Esta va por los encamados y los que requieren de cuidadores en la tercera edad. Por un lado de la balanza, se configura la función de cuidador como un trabajo remunerado, cuyo horario se presta para tenerlo como primer o segundo ingreso. Por otro lado, los hijos con la valía y responsabilidad vital hacen lo posible por acompañar y cuidar a sus viejos. Pero, en ese lado de la balanza los costos casi siempre superan la pensión del ciudadano promedio; no el pobre, ya el de clase media.

En estos tiempos de compartir comunitario, una familia compartía su experiencia cuidando a los padres del esposo, padre de familia e hijo fiel. Don Pepe y doña Juana (seudónimos) se retiraron hace dos décadas, ya están picando en el noveno piso. Dos servidores públicos que trabajaron para edificar un Puerto Rico más justo y educado. El hijo abnegado se parte el lomo para igualar la aportación de los ingresos de sus padres para poder paliar los gastos de los cuidadores, los medicamentos y hace todo lo posible para retenerlos en su hogar y evitar un cuido; no porque sea más costoso sino por la profunda gratitud.

Sobre esta frágil balanza cae la cuesta del 2020, 2021 y 2022 con su alza en el costo de vida, la serie sísmica la crisis pandémica, la temporada de huracanes y las misas sueltas. A la altura del juego, llega la incertidumbre, la incapacidad de generar más ingresos y el desgaste. Los cuidadores-familiares se queman física, emocional y mentalmente. También, están los pródigos cuyos padres y madres con sus ojos llenos de lagrimas y misericordia esperan con ansias el regreso a la mesa del amor revestida con el mantel de la paciencia mirando desde el balcón en la mecedora días sin término…

Uno de los rostros sufrientes de Cristo son los adultos mayores encamados, vulnerables y frágiles por el paso del tiempo. Es deber cristiano defender la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Estos días suena mucho la primera parte de la frase como un grito, pero el segundo verso casi desvanece…

Es cierto, la balanza está rota. Pero todavía hay tiempo para la conversión, para el encuentro, para recibir un día más la bendición de los viejos. Mientras el ancha va y viene, solo para algunos toca vivir apretados y como dictan los monjes benedictinos: Ora et labora (ora y trabaja). 

Enrique I. López López

e.lopez@elvisitantepr.com 

Twitter: @Enrique_LopezEV

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