¡Unos días previos al huracán Fiona, una tarde-noche de septiembre, nació mi hija Maristella Isabel! Un amigo me dijo “ahora sí ya eres papá”. Le contesté que soy padre, no desde que me enteré o cuando nació, sino desde el primer instante que existió su vida desde concepción de mi unigénita. Mi amigo se quedó un poco confundido. Aunque para mi defensa la nena nació criada con 20 pulgadas y una mirada fija. Todo un tesoro del cielo para mi hogar y familia.
Desde que tuvimos conocimiento de su existencia le hablamos y le eché la bendición cada día. Mes a mes fue creciendo en el vientre entre cánticos y cuentos. Fue un pequeño adviento, una feliz espera. Con la tecnología pudimos verla sin nacer, saber que era nena, escuchar su corazón y el equipo médico pudo monitorear su salud. Con las manos acariciando la pipa pude sentir sus movimientos. Con el oído pude hasta escuchar sus patadas. Cuando me preguntaron, “¿qué quieres que sea?”, contesté: “lo que Dios quiera (porque hay que recibir las bendiciones como vienen), pero me gustaría que sea nena”.
Desde antes de nacer la nombramos en honor a la Virgen del Carmen, la Stella Maris que significa “Estrella de los Mares”. De hecho, Maristella es Stella Maris si se invierte el orden. No estrella de mar el animal submarino invertebrado, sino la “Estrella de los Mares” que es la Virgen María en la señal de Dios en el Monte Carmelo. Y no se llama Isabel por la reina fallecida de Reino Unido, sino por la prima de la Virgen María.
Con el nacimiento de Maristella descubrí que la amé desde siempre, desde antes que existiera, desde que creció en el vientre, al nacer y después. Que su primera mirada quedó guardada en mi recuerdo para siempre. Que cualquier sacrificio no pesa. Que cuando su manita aprieta mi dedo, entiendo un poco más cómo es el amor de Dios. Que cuando duerme en el regazo de su mamá recuerdo a la imagen de la Virgen de la Providencia. Que su llegada ha cambiado algo profundo en mí. Que tengo la certeza que la amaré hasta el día que me despida de este mundo y después también. Que Dios me ayude en esta encomienda que me ha entregado.
Enrique I. López López
e.lopez@elvisitantepr.com
Twitter: @Enrique_LopezEV