Todo lo que hacemos a nivel personal y comunitario, redunda en nuestros recursos naturales y el medioambiente. Esto incluye la forma en que gestionamos nuestras emociones (Laudato Si’).

Nuestra existencia, vida y supervivencia en este planeta, dependen de la capacidad que tengamos para actuar desde los valores que profesamos. ¿Por qué continuamos ignorando las señales de alerta que nos dicen “detente”? Para salvar el planeta, hay primero que darle primeros auxilios a la humanidad. Sin embargo, no podemos auxiliar a los demás si estamos llenos de enojo, frustración, miedo, ansiedad, envidia, egoísmo y desesperanza. ¡Entonces, es tiempo de cambiar!

Vamos por la vida dejando huellas

Diariamente igual que ustedes, soy testigo y a veces protagonista de momentos que no son muy agradables. Situaciones en la carretera, lugar de trabajo o en el hogar e incluso en la iglesia y los ministerios de los que participamos, nos dejan un mal sabor. Es fácil ver lo que hacen los demás, pero no lo es tanto, percatarnos de nuestras acciones y actitudes. Vamos por la vida dejando huellas… algunas dignas de seguirse y otras que merecen ser borradas. Estas huellas suelen ser profundas y son el resultado de nuestras relaciones con nosotros mismos, con los demás y con todo lo que nos rodea. Cada acción es el resultado de una decisión, ya sea meditada o impulsiva. Y esa acción viene cargada de responsabilidad y consecuencias de las que quizás ni siquiera somos conscientes. Sin embargo, así como el desconocimiento de la Ley no me exime de su cumplimiento, el desconocimiento del alcance de mis acciones no me exime de la responsabilidad por sus efectos. Pensando en esto, creo que sí vale la pena dedicar a tiempo a meditar, reflexionar y controlar los impulsos antes de actuar.

Podemos promover un ambiente de paz y sostenibilidad

Soler y Conagla, creadores y desarrolladores del concepto ecología emocional, la describen como el arte de la sostenibilidad emocional como una gestión apropiada de la energía que generan las emociones, utilizándola de forma creativa para ser mejores seres humanos. Al enriquecer nuestra calidad de vida nutrimos nuestras relaciones y brindamos al mundo nuestro esfuerzo cuidándolo y protegiéndolo. O sea, la gestión emocional es como sacar las malas hierbas del terreno, ararlo, abonarlo y regarlo para que las semillas florezcan, evitando siempre descuidar un solo detalle del proceso. La paz empieza por mí, si me conozco, me acepto y aprendo a expresar lo que siento sin herir, ofender, dañar ni menospreciar, aporto a la paz mundial. Las acciones se dan en cadena, yo hago el bien y quien recibe esta bendición, también la compartirá haciendo el bien a otra persona.

Renovemos y reciclemos energías

Todos disfrutamos de la tranquilidad que nos brinda estar en un lugar donde predomina la amabilidad, el respeto, la alegría. Los ministerios y parroquias son pequeñas réplicas de lo que llevamos en nuestro interior. Para lograr en ellos un ambiente ecológicamente saludable, así como la naturaleza, requieren equilibrio. Podemos lograr ese equilibrio evitando la contaminación ambiental a través del reciclaje y renovación de energía.

La ilusión, automotivación y alegría, son energías renovables porque las nutrimos cuando pasamos tiempo en familia, con amigos en comunión y contemplación con el Señor. Por otro lado, la tristeza, miedo e ira, son energías que debemos aprender a reciclar. ¿Cómo reciclamos esta energía? Lo hacemos identificando a tiempo el sentimiento, haciendo ejercicios de reflexión y autocontrol para evitar que generen acciones impulsivas, utilizando esa energía para desarrollar creatividad y para producir nuevas ideas.

Alégrate y lánzate a la misión

El clima emocional global se nutre de lo que todos los residentes del planeta sentimos y cómo lo gestionamos. Está por demás decir que es bien importante que comencemos a reciclar apropiadamente las emociones “negativas” y gestionarlas a nuestro favor. Evitar a toda costa la “lluvia ácida” de nuestras frustraciones sobre los demás, evitará que muera la cosecha de servidores dispuestos a la misión. Recuerda, la casa interior ecológicamente saludable, hace sostenible la Casa Común. Podemos vivir en un ambiente de paz, si solo antes de actuar… nos detenemos y pensamos.

Dra. Sandra I. Cruz Martínez

Secretaria de la Comisión de Catequesis de la Diócesis 

(Último artículo)

(Información adicional: sandraivettecruz@gmail.com)

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