La violencia es el uso intencional de la fuerza o el abuso de poder para dominar a alguien o imponer algo. Se puede manifestar a través de comportamientos que involucran la fuerza física, coacción psicológica, acciones verbales o desprecio hacia los demás. El elemento principal dentro de las acciones violentas es el uso de la fuerza para el logro de los objetivos, en contra de la víctima. Los sicólogos explican que la violencia es producto de la cultura. Consiste en conducta aprendida y hábitos. Por lo tanto, para revertirla es necesario un cambio cultural y educativo.
La Doctrina Social de la Iglesia define a la violencia como un pecado, que afecta a la sociedad y se forma en ella, (Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, 81). Es una negación de la dignidad de la persona. En el plano de las relaciones humanas, “La violencia no constituye jamás una respuesta justa… La violencia es un mal, es inaceptable como solución a los problemas, es indigna del hombre. La violencia es una mentira, porque va contra la verdad de nuestra fe, la verdad de nuestra humanidad”, (CDSI, 496). Al hacer estas expresiones, la Iglesia se refiere tanto a la violencia entre pueblos y naciones, como a la violencia social y familiar.
Existen varios factores que promueven el comportamiento violento, como la drogadicción o el alcoholismo, la desigualdad económica, la proliferación de armas de fuego, la discriminación contra grupos particulares de persona. Un factor de peso que puede contribuir a la violencia es también, la normalización de la conducta violenta por los medios de comunicación. La contribución de los medios de comunicación social a la violencia se ha comprobado por numerosos estudios empíricos. Los hallazgos de estos concluyen que, una persona que ve frecuentemente violencia en los medios, videojuegos, etc., tiene más probabilidades de actuar de forma violenta. Esto es así porque cuando, sobre todo los niños, son expuestos constantemente y de manera repetitiva a situaciones violentas, comienzan a ver como normales los actos antisociales.
Un estudio global llevado a cabo por la Unesco (Jo Groebe, 1999), reveló que la representación de la violencia en los medios es universal y se presenta en un contexto en el cual es recompensada. Debido a que a los niños les falta capacidad para distinguir entre la realidad y la ficción, al estar expuestos a mensajes de violencia y verla como una diversión, el riesgo de que aprendan modelos de conducta agresiva es muy alto. El mensaje que ofrecen los medios de comunicación al representar la violencia es triple: la agresión es un buen medio para resolver conflictos; la agresión da status; la agresión puede ser entretenida. Este estudio también concluye que, a pesar de las diferencias culturales, los patrones básicos de las implicaciones de la violencia en los medios son similares alrededor del mundo.
La proliferación de medios visuales interactivos permite que los usuarios dejen de ser meros espectadores, para convertirse en actores, que pueden desarrollar patrones de conducta inadecuados en el mundo real. Para los jóvenes, el mundo virtual forma parte de su mundo social y emocional. Esto puede llegar a amplificar los efectos de la violencia virtual en su comportamiento real.
La Iglesia reconoce el gran valor de los medios sociales de comunicación. Estos están llamados a servir a la dignidad humana, ayudando a la gente a vivir bien y a actuar como personas en comunidad. Los medios de comunicación social tienen un inmenso poder para promover la felicidad del hombre y su realización. Sin embargo, también pueden menoscabar el bien integral de las personas, promoviendo valores falsos y destructivos; favoreciendo la hostilidad y el conflicto; criticando excesivamente a los demás. Esto exige de los usuarios de los medios de comunicación capacidad de discernimiento y selección. En particular los padres, tienen el deber de ayudar a sus hijos a aprender a valorar y usar los medios de comunicación, formando correctamente su conciencia y desarrollando sus facultades críticas (Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 76).
No podemos subestimar el impacto de los medios de comunicación en la conducta de los miembros de la sociedad, sobre todo en los jóvenes y niños. Construir un mundo de paz requiere que utilicemos los medios de comunicación apropiadamente, para difundir el respeto a toda persona y entablar lazos de solidaridad.
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Nélida Hernández
Consejo de Acción Social Arquidiocesano