La lectura del Libro de los Proverbios nos habla de la Sabiduría de Dios y cómo ella lo ayudó en la creación del mundo. Ahora bien, Sabiduría es uno de los títulos que le damos a Jesucristo, segunda Persona de la Trinidad.
En su Carta a los Romanos, San Pablo nos habla cómo la Santísima Trinidad nos santifica y nos mueve para nosotros ser los cristianos que Dios quiere que seamos.
En el Evangelio de San Juan, Jesucristo nos comunica que el Espíritu Santo viene de la intimidad de su corazón, para enseñarle a los Apóstoles la intimidad de Dios.
Sabiduría es uno de los nombres que le damos a Jesucristo. Leemos en el libro de los Proverbios que esta Sabiduría estaba junto con Dios en el momento de la creación, no creada sino engendrada, o sea, que era Hija de Dios. Era La Niña de los ojos de Dios por así decirlo, y compartía con Dios todo el gozo de la Creación. Recordemos que este libro es del Antiguo Testamento: Jesucristo no se había hecho hombre aún en el seno de María y por tanto, no tenía sexo. (una cosa que debemos tener presente es que, aunque llamamos a Dios Padre, Él en sí no tiene sexo, ni tampoco el Espíritu Santo, sólo el Hijo desde que se encarnó en el seno de María). Al leer uno el texto de los Proverbios, se le viene a uno a la mente el Prólogo de San Juan, en donde se nos dice que el Verbo era Dios, estuvo con Dios en el proyecto de la Creación, para eventualmente hacerse carne y habitar entre nosotros.
San Pablo nos dice que, por Jesucristo, nosotros podemos ser santos, evangelizar, vivir una vida cristiana auténticamente. Cristo nos capacita para ello a través del Espíritu Santo que viene del Padre. Así que vemos que, nuestra vida cristiana, es una vida trinitaria. El cuadro de este artículo nos ilustra, mejor que mil palabras, lo que San Pablo nos quiere decir en esta lectura.
¿Cómo podemos explicar mejor el Evangelio? Jesucristo nos dice que todo lo que tiene el Padre es suyo también. Pues, de entre las cosas que el Hijo y el Padre se comparten, comparten un mismo espíritu, el Espíritu Santo. Es por eso que el Espíritu Santo conoce todo lo que hay en el corazón del Padre y en el corazón del Hijo. Por eso, cuando Jesucristo derrama sobre los Apóstoles el Espíritu Santo que hay en su corazón, no solamente nos derrama su amor, sino que también derrama el amor del Padre. Es por eso, que cuando recibimos a una de las Personas recibimos las Tres al mismo tiempo. Cuando comulgamos, no solamente recibimos el Cuerpo de Cristo, sino que también recibimos su Espíritu, el Espíritu Santo, y con Él, el amor del Padre. Así que, no recibimos una sino que recibimos a las Tres, Dios en su totalidad.
Padre Rafael “Felo” Méndez Hernández, Ph.D.
Para El Visitante