La lectura de San Lucas, con la que típicamente comenzamos la procesión, es su versión sobre lo que aconteció en la entrada de Jesucristo en Jerusalén. Con ella nosotros todos comenzamos con la celebración de la Semana Santa.
Isaías, en la 1ra lectura, nos introduce de lleno al drama doloroso de la Pasión, con los cánticos del Siervo de Yahvé, este Siervo, que con sus sufrimientos y eventual muerte, salva a toda la nación judía de sus pecados. El Salmo Responsorial no es otro que el mismo grito que Jesucristo lanzó desde la Cruz.
El maravilloso cántico de la Carta a los Filipenses, los cristianos deberíamos conocer de memoria. Es la explicación teológica, a manera de alabanza, que San Pablo expone sobre la implicación de la encarnación de Jesucristo: su proclividad de sufrir físicamente y morir.
El relato de la Pasión según San Lucas, tiene unas cuantas diferencias con respecto a los otros relatos. No menciona los azotes ni la coronación de espinas, pero es el que menciona los asaltos que Satanás le hará a la incipiente Iglesia, el ángel consolador en le Getsemaní y el Buen Ladrón.
Llegamos a la Semana Mayor, que no solamente da razón a nuestra fe sino de nuestra vida porque es la semana en que la humanidad es reconciliada por Dios. Una en la que podríamos orar por la reconciliación de todos los cristianos, como nuestros hermanos rusos y ucranianos. El Domingo de Ramos es la puerta, de la misma manera que ese día Jesucristo cruza la puerta para entrar a la Ciudad Santa.
La celebración del Domingo de Ramos es la celebración más esquizofrénica, si es que no podemos encontrar otra palabra para describir esta celebración, de todo el año. Comienza con una fanfarria, alegría, festejo, pero al comenzar con la primera lectura, rápido cambiamos al sentimiento triste y doloroso de la Pasión del Señor. La 1ra lectura nos presenta un extracto de los Cánticos del Siervo de Yahvé, del profeta Isaías. Estos cánticos han sido inspiración para que muchos artistas, Mel Gibson entre ellos, nos retraten todos los sufrimientos que Jesús pasó. Es realmente sorprendente cómo, quinientos años antes de que Jesucristo viniera al mundo, Isaías nos retrata su sufrimiento con tanta certeza.
Por otro lado, San Pablo en Filipenses, nos dice que Jesucristo, siendo el bello, el hermoso, aquél que vimos en el Domingo de la Transfiguración, pierde su gloria, para no solamente morir por nosotros, sino morir en una forma tan abominable en la Cruz. La unión de estas dos lecturas nos presenta, por tanto, el dramático cuadro de la Pasión.
San Lucas nos ahorra algunos detalles dolorosos de la Pasión, como los azotes en la columna y la coronación de espinas. Sin embargo, nos presenta la Pasión de la Misericordia: en su dolor y sufrimiento, Jesucristo derrama misericordia y bondad. Se olvida de sí mismo y se preocupa por Pedro cuando sea tentado por Satanás, le abre el Paraíso al Buen Ladrón. Y, en medio del dolor, recibe consuelo del Padre a través del Ángel en el Huerto. Es precisamente en la forma más dolorosa y sangrante, Dios derrama su misericordia a la humanidad entera a través de su Hijo Jesucristo. Por eso recibe el Nombre sobre todo Nombre.
Padre Rafael Méndez
Para El Visitante