En el Libro del Éxodo, Dios se arrepiente del castigo que la iba a dar a Israel por su pecado de idolatría, gracias a la mediación de Moisés.

Comenzamos la 1ra Carta de San Pablo a Timoteo.  En ella, San Pablo le confiesa a su discípulo San Timoteo, que él es apóstol, no por merecerlo, sino por pura gracia de Dios.

En el Evangelio de San Lucas tenemos, las tres hermosas parábolas de la Misericordia: el Buen Pastor, la Dracma Perdida y, la más hermosa de todas las parábolas de Jesús, el Hijo Pródigo.

Encuentro interesante cómo el Autor del Libro del Éxodo nos presenta a Dios arrepintiéndose de la merecida destrucción de Israel gracias a la mediación de Moisés.  Donde único vemos que Dios se arrepiente a pedidos de un ser humano en toda la Historia de la Salvación es en este episodio.  Esto tira al tiesto lo que dice San Pablo en su 1ra Carta a Timoteo, la comenzamos a meditar hoy como 2da lectura) que dice que “Jesucristo es el único Mediador entre Dios y los hombres”.  Hay que, por tanto, entender bien lo que quiere decir San Pablo en esta carta la cual veremos en los siguientes domingos.  Pero, volviendo a nuestra 1ra lectura de hoy, Dios nos ama y por tanto no quiere nuestra condenación sino nuestra salvación.  

Dios es misericordioso y esto lo infiere San Pablo cuando le comparte a uno de sus discípulos más queridos, San Timoteo, que Dios lo escogió a él como Apóstol, no porque lo mereciera ya que no lo merece, sino por una iniciativa amorosa de Dios que llama al Apóstol de los Gentiles a que sea instrumento de la Buena Nueva.  Vemos una vez más el gesto amoroso de Dios, que nos mira a nosotros pecadores, que nos llama, nos dignifica y nos hace suyos.  Este pasaje me acuerda el tema de hace dos domingos, el tema de la humildad.  Se nos recuerda que somos grandes, no por nuestros pantalones y faldas, sino por el designio amoroso de Dios.

Y ahora, las tres hermosas parábolas de la Misericordia.  Estas tres parábolas aparecen únicamente en el Evangelio de San Lucas y las tres tienen el mismo tema: Dios quiere salvarnos de tal modo que sale en nuestra búsqueda, al encuentro, nos invita, nos reconcilia, nos limpia, etc.  ¡¿Qué no hace Dios para salvarnos?!  La imagen del Buen Pastor es tan poderosa, que esta imagen, no el crucifijo, es la imagen más antigua que la Iglesia ha hecho de Nuestro Señor.  En las catacumbas de Roma vemos la imagen del Buen Pastor en los grafitos de las paredes de las tumbas de los primitivos cristianos: Jesucristo cargando a la ovejita débil.  En esta ovejita estamos representados todos.  Al igual que la dracma perdida: Cristo se personifica no solamente en el hombre sino también en la mujer.

Ahora bien, en las pasadas dos parábolas, el personaje principal era Jesucristo, el que nos sale a buscar.  En la Parábola del Hijo Pródigo es el Padre el personaje principal, el que ama a todos sus hijos y que se alegra cuando vuelven a casa.  Esta parábola la vimos en la Cuaresma en el contexto de la penitencia y conversión, así que el énfasis era en el Hijo que se arrepiente.  Hoy la vemos en el contexto de la misericordia de Dios que nos invita a estar con ÉL.

P. Rafael Méndez Hernández, Ph.D. (Padre Felo)

Para El Visitante

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