Gratitud es el sentimiento que experimenta una persona al estimar un favor o beneficio que alguien le ha concedido. Al sentir gratitud, el sujeto desea corresponder el favor de alguna manera. Ser agradecidos requiere una dosis de humildad. La persona que piensa que todo lo sabe y que puede procurarse todo solo por sus propios medios, no tiene la capacidad de agradecer. En contraposición a la humidad y gratitud están: la autosuficiencia y la ingratitud. La autosuficiencia nos lleva a pensar que podemos vivir sin los demás y la ingratitud a no reconocer los beneficios que recibimos de los demás.

La gratitud es parte del estilo de vida cristiano. En Efesios (5, 20) San Pablo al identificar las normas de conducta que deben demostrar las comunidades cristianas dice: “Canten, toquen para el Señor de todo corazón, y den continuamente gracias a Dios Padre por todas las cosas en nombre de nuestro Señor Jesucristo”. Esta misma exhortación la repite en la Primera carta de Tesalonicenses (5, 16-18): “Den gracias a Dios por todo, pues esa es la voluntad de Dios con respecto a ustedes como cristianos”. Dar gracias por todo es confiar plenamente en Dios.

La gratitud en el cristiano es un reconocimiento de la generosidad de Dios que se refleja en pensamientos y acciones, no solo de oración y alabanza a la fuente de todo bien, sino que también crea un vínculo común entre los hombres y nos lleva a: “Tratar a otros como quisiéramos que ellos nos traten” (Mt 7,12). Toda la ley de Dios se fundamenta en esa gratitud a Dios que nos lleva a acatar Su voluntad.  Los principios de la justicia y la solidaridad social están inspirados por la gratitud del evento de la salvación de Dios (CDS 25).

La gratitud es sumamente importante en las relaciones humanas, con la cual las personas están dispuestas a dar y recibir con el objetivo de alcanzar una sociedad cooperativa y solidaria. Esa solidaridad, nacida de la gratitud, no solo a Dios sino entre los hombres, se manifiesta en la búsqueda del bien común (CDS 150) y en la promoción de la justicia y la paz (CDS 203). La construcción de un orden social que contribuye al desarrollo de todas las personas es una respuesta a sabernos merecedores del amor de Dios. Es una respuesta de gratitud que nos lleva a darnos en amor.

La Doctrina Social de la Iglesia reiteradamente enfatiza en el valor de la gratitud, como fundamento de la solidaridad. Pero además de ser un elemento esencial de una sociedad fundada en los valores cristianos, es una virtud personal que comporta importantes beneficios. Diversos estudios de comportamiento han permitido concluir que las personas agradecidas son más felices, se sienten menos deprimidas y más satisfechas con sus vidas. También tienen mayores niveles de control de sus circunstancias y tienen formas más positivas de lidiar con las dificultades que experimentan en la vida.

En una conocida catequesis (13 de mayo 2015), el Papa Francisco señaló tres palabras claves en la vida: permiso, perdón y gracias. El Papa explicó que: “La palabra permiso nos recuerda que debemos ser delicados, respetuosos y pacientes con los demás, incluso con los que nos une una fuerte intimidad. Como Jesús, nuestra actitud debe ser la de quien está a la puerta y llama. Dar las gracias parece un signo de contradicción para una sociedad recelosa, que lo ve como debilidad. Sin embargo, la dignidad de las personas y la justicia social pasan por una educación a la gratitud. Una virtud que, para el creyente, nace del corazón mismo de su fe. Finalmente, el perdón es el mejor remedio para impedir que nuestra convivencia se agriete y llegue a romperse. El Señor nos lo enseña en el Padrenuestro, aceptar nuestro error y proponer corregirnos es el primer paso para la sanación”. Comencemos a construir una mejor sociedad a partir de una actitud de gratitud.

Nélida Hernández

Consejo de Acción Social Arquidiocesano

LEAVE A REPLY

Please enter your comment!
Please enter your name here