Suena un poco a aquel canto de sentido patriótico, con un taco al final… Una dama me llama preocupada por haber recibido una foto de su esposo dándole algo a una supuesta dama que está en un carro. No sabía quién le mandó, ni quién podría ser la dama del carro, aunque la tablilla estaba clara. “Me traiciona? ¿Qué hago?”, pregunta. No podemos ser ingenuos y, como decía un amigo, el diablo es puerco. Puede haber ‘amigos’, o amigas, malintencionados, revolcando el agua para pescar. O, en una sociedad en que los frenos morales están bajitos, no es raro que se caiga en la tentación de una relación fácil, o un cambio de goma, como me reconocía otro.
Desde luego, es desacertado bajar con una denuncia de infidelidad. Las acusaciones graves deben tener argumentos fuertes, no meras pruebas circunstanciales. Sí sería bueno, sin aspavientos o en forma sincera de pedir ayuda para superar los malos pensamientos, confrontar al aludido con el hecho, a ver qué explica. Puede ser que mienta, pero no le confrontes con un pecado. Mi consejo es: acepta lo que diga… por ahora, pero no bajes la guardia. Sin que te gradúes de detective, ni menos que contrates uno, ¡que son carísimos! Y sin que tampoco te conduzcas histérica, tranquilízate y ¡ojo al pillo!
Siempre he pensado que cuando uno come bien en su casa, aunque le ofrezcan afuera, y sea atractiva comida, no es fácil que vuelva a comer. Pero el diablo es puerco. Por eso, sin meterte a Sherlock Holmes mantente atenta a lo que va pasando. Dicen que los virus se combaten no solo con vacunas, sino también fortaleciendo el sistema inmunológico: ejercicio, mejor alimentación… Esmérate en mejorar la relación: comunicación más continua y significativa, vida íntima más profunda, gestos de amor, esmerarte en agradar y sentirte agradada. Pero no bajar la guardia. Cuida lo tuyo.
En los varones hay esos momentos que llaman de andropausia, en que el varón ya en la mitad de su vida siente la tentación por probar lo que no pudo hacer antes. El que nunca quiso bailar, ahora aparece solo en pub, o frecuenta los tragos, o comienza a cuidar exageradamente su apariencia como para probar que todavía “levanta”. Es una etapa curiosa, pero real, con más o menos estruendosos resultados. Por eso no bajes la guardia. Sigue aumentando tu sistema inmunológico matrimonial. San Pablo decía que no luchamos con poderes humanos, sino contra potencias malignas “que andan vagando por el mundo”. Hay algunas profesiones de varones que pueden sufrir más los asaltos de alguna mujer medio loca, o fuertemente tentada, o en pos de los tesoros de Cofresí. Hay de todo en la viña del Señor.
Claro, si aparecen mentiras ya demasiado raras en él, o señales que es muy difícil tapar con la mentira, sería hora de confrontar. Sin aspavientos. Más bien “siéntate ahí, está pasando esto… no lo entiendo… cómo lo explicas… qué echas de menos en nuestra relación…” Es hora de la confrontación lo más serena posible, y valiente. A veces, arriesgándose uno a perder, brotan mejores soluciones. Es, como dicen, poner el juego en tres y dos: o bateas o te ponchas. Dice el aforismo que “el amor debe ser fuerte”. Hay momentos en que se es así con los hijos, y también con el cónyuge. El cubano dice: “o te peinas, o te pones papelillo.” Y la oración, ‘of course’. “De dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra”. Si la lucha es con espíritus malignos, luchamos con los espíritus del bien. Invocar de muchas formas la presencia del Espíritu Santo, que llene con su presencia ese hogar con su poder superior. Pero, repito, ojo al pillo, y cuida lo tuyo.
P. Jorge Ambert, S.J.
Para El Visitante