Hna. Iris Rivera Cintrón, cvv
Presidenta CORPUR
Dios llama a cada persona de una manera distinta y de igual forma cada uno decide cómo y cuándo responder. Conozca la experiencia del llamado divino desde el testimonio de la Hermana Iris:
Creo que el Padre conoce la realidad de la humanidad, escucha sus gritos, y atiende sus dolores. ¿Cómo lo hace? Él responde llamando a personas que pueden laborar o remediar las situaciones en su nombre.
En las constituciones del Instituto al que pertenezco dice así: “El Espíritu Santo derrama un amor muy fuerte en el corazón de las personas que llama a su seguimiento”. Una es llamada… yo fui llamada. Y ese mismo Espíritu es quien me impulsa a aceptar una manera específica de entrega, de vivir esa entrega y vivirla con alegría.
Siempre he sentido que esta llamada está adornada de una sensibilidad muy especial, es un fuego dentro de mí que me exige internamente el ir en búsqueda de cómo seguir a Jesús, dónde y cuándo. Todos los días me pregunto cara a cara ante el Santísimo, ¿quién me necesita, dónde debo estar? Así como Él es fiel conmigo, yo busco serle fiel con todas mis limitaciones y pecados.
En mi experiencia personal conocí al Carmelo. Fueron unas Hermanas Carmelitas las que me llamaron la atención por su manera de vivir la pobreza, la obediencia y la alegría con un espíritu de familia muy notable.
Conociéndolas tuve que hacer la decisión entre irme al Convento o aceptar un matrimonio ya planificado. Sin mirar hacia atrás ni al lado, dejé todo y me fui lejos.
Al estar hecha la decisión mi alma se fue tranquilizando, y se fue transfigurando según las actitudes de Jesús que aprendí leyendo y meditando su Evangelio. Me propuse conocer a profundidad a ese Jesús que estaría a mi lado y en mi vida siempre. También fui conociendo y amando a la fundadora del Instituto al que había ingresado, la Madre Vedruna. Experimenté que el Espíritu Santo pronunciaba en mi interior una llamada semejante a la que hizo a la Madre Vedruna. Con mucha fuerza acepté que mi meta personal sería seguir a Jesús, de una manera semejante a la que vivió mi fundadora. Esto es acentuando en mí la pobreza evangélica, la oración y la caridad. Aspectos que identifican un tipo de espiritualidad.
La espiritualidad Vedruna recoge lo trasmitido por mi fundadora: una espiritualidad de la encarnación, descrita como anonadamiento, según la presenta la carta a los Filipenses 2. Para hacer realidad esta entrega me he consagrado a Dios por medio de los tres votos religiosos: el de pobreza, que me hace vivir en actitud de confianza, de aceptación de mis limitaciones y con una disponibilidad para servir a la Iglesia y a mis hermanos más débiles; el de castidad, que me impulsa a entregarme con un amor total a Jesús, identificándome progresivamente con Él; y el de obediencia, donde he entregado a Dios mi voluntad como sacrificio de mí misma y para colaborar más decididamente con el plan de salvación. Completa mi consagración el vivir en comunidad con un grupo de hermanas que también han sido llamadas por Jesús.
Por vivir en una sociedad caracterizada por el consumismo entiendo mi voto de pobreza como muy importante en el seguimiento al Señor. Hago todo lo posible por vivir en un abandono confiado en el Padre, segura de que cuando experimento la presencia de Jesús en mí, todo lo demás me sobra. También busco ser humilde de corazón, aceptando mis limitaciones y dejando en manos de Jesús lo que quiere que yo sea.
Cuando digo de ser consagrada al Señor estoy clara que la primera consagración la recibí en mi bautismo. Pero cuando el Señor me invita a seguirle más de cerca, mi entrega es una que hago total, definitiva y libremente, en la que me comprometo a vivir en comunidad los consejos evangélicos, para hacer presente en mi vida la forma de vida que escogió Jesús para la edificación del Reino. Esta consagración me une estrechamente al misterio de la muerte y resurrección de Jesús, lo que me urge a una conversión incesante, a un amor cada vez más auténtico a Dios y a mis hermanos, en particular los más pobres y necesitados.
Saludos
La Hna Iris Rivera, conocida desde ahora como las dra Rivera, fue mi mentora en los curso y disertación doctoral. Doy fe de su calidad de persona, amiga , docente y de altruista que ella porta a donde va.
Me siento muy agradecido por toda su ayuda y apoyo en los progresos profesionales que compartimos, pero , más allá de esto reconozco la calidad de persona y devota que es. Le felicito por todos sus logros y por ser au parte de la academia, dejando así mayores enseñanzas y aportaciones. En hora buena haberla conocido.
Dr Edwin Bordoy Molina
Departamento de Educación