(Décimo octavo de 20 mensajes)

Objetivo: Sensibilizar a los creyentes y a las comunidades sobre la necesidad de salir de los templos, para llevar la fe a los lugares donde vivimos.

1.Presentes en la vida pública

• La presencia de los laicos/as en la vida pública (educación, trabajo, política, legislación, interculturalidad…) es escasa y sin embargo, es imprescindible. La inmensa mayoría de los laicos/as de nuestras parroquias y comunidades prefieren comprometerse con cosas hacia dentro de la pastoral de la Iglesia. Pero, deben ser como levadura en la masa, para construir una ciudad temporal acorde con los proyectos de Dios, conscientes de que su seguimiento de Cristo los lleva a ser propositivos en medio de la sociedad y a defender los valores que arraigan en el Evangelio. Hay que acompañar a los laicos con una catequesis social incisiva.

• En cuanto a la Iglesia, debemos recordar que “la opción preferencias por los pobres exige una atención pastoral atenta a los constructores de la sociedad”.

• No podemos quedar indiferentes: ante las corrientes de pensamiento que afectan a la identidad del hombre y la mujer, con maneras de pensar que los cierran a Dios y a los demás, ante las presiones que pretenden que la Iglesia se repliegue en los templos y en los “servicios religiosos”. Es nuestro deber preocuparnos por el bien común de los pueblos y por la defensa de los principios éticos innegociables, porque están arraigados en la naturaleza humana.

• La integridad de los políticos frente al problema de la corrupción no solo es exigencia para otros, sino empuje para el propio compromiso de caridad en el mundo de lo político.

2. Servidores de la unidad y fraternidad de nuestros pueblos

• Desde la pluralidad étnica y cultural, existe el anhelo por una América Latina unida, integrada. Unidad que, además, es exigida por los desafíos a los que en estos momentos nos tenemos que confrontar.

• Existen ya fuerzas positivas que tienden a la integración, desde la conciencia de que hay que realizarla sobre los cimientos de la vida, el amor y la paz.

• Hay que ir en la línea de la proximidad, la fraternidad y la solidaridad; crear la conciencia de ser, desde las diferencias, una casa común. La unidad no es uniformidad, sino el converger de muchas diversidades locales, nacionales y culturales.

• Teniendo en cuenta la vocación a la unidad en el corazón de cada hombre, la Iglesia quiere ser sacramento/signo de esta unidad con Dios y entre los seres humanos, de unión entre los pueblos de América Latina, casa de los pobres de Dios. Convoca y congrega a todos y mira a María como la presencia materna en la gestación de un pueblo de hijos y hermanos.

• Pero hay también fuerzas negativas que encaminan a la desintegración, provocando empobrecimiento, exclusión e injusticia. Una unidad desgarrada por profundas dominaciones y contradicciones: no somos capaces de incorporar “todas la sangres” ni de superar la brecha de las desigualdades: “Es una contradicción dolorosa que el continente de mayor número de católicos sea el de mayor inequidad social”.

• Hay grandes bloqueos que frenan el camino de la integración. Son retrocesos que tienden a profundizar la pobreza y las desigualdades. La contraposición prevalece sobre el dinamismo de la solidaridad y la amistad.

3. La integración de indígenas y afroamericanos

• Por ser los más excluidos, merecen una atención especial. Es preciso reconocer sus valores y aportación que hacen al conjunto de la sociedad y a la Iglesia, desde las semillas del Verbo que hay en sus culturas.

• En lugar de negarlas, es preciso promover el fortalecimiento de sus identidades originarias y de sus propias organizaciones, la defensa de sus territorios, la educación intercultural y bilingüe y la defensa de sus derechos.

• Debemos crear conciencia social sobre su realidad y sus valores, apoyar sus denuncias sobre lo que es contrario a su vida plena, proseguir la obra de evangelización, procurarles aprendizajes educativos y laborales y estar atentos a los intentos de desarraigar su fe católica, poniéndola a disposición de grupos alienantes.

• Debemos procurar el conocimiento y aprecio de los valores culturales, históricos y tradicionales de los afroamericanos, mediante un diálogo abierto y respetuoso. Muchas veces son oprimidos y marginados, y nos deben tener a su lado. Es preciso denunciar todo racismo y discriminación y quitarla también de nuestros corazones. Apoyar la igualdad de oportunidades en todos los órdenes; educación, territorios, negritud, lucha por la justicia, participación activa en la Iglesia.

Reflexionamos:

1. Hay muchos laicos/as en las acciones pastorales dentro de la Iglesia. Le damos gracias a Dios. Pero, ¿por qué no surgen vocaciones laicales que se pongan a trabajar seriamente por una sociedad más justa y fraterna? ¿Qué puede estar funcionando mal en nuestra manera de entender la fe?

2. La integración de nuestros pueblos pasa por nuestra integración con las personas que tenemos cercanas. ¿Acogemos, acompañamos, dialogamos… creando un estilo de apertura y solidaridad? ¿Tenemos actitudes racistas o somos acogedores, respetando y valorando positivamente la diferencia?

(Vicaría de  Pastoral)

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