Una crisis surge cuando enfrentamos una situación de extrema dificultad, que requiere tomar decisiones y hacer ajustes en nuestra vida. Muchas personas pueden describirlas como “tormentas de la vida”. Las crisis pueden ser emocionales, financieras, de salud, entre otras. Son eventos que nos crean temor, por la incertidumbre de su resultado o porque amenazan nuestro bienestar. Pero si pensamos detenidamente nos daremos cuenta de que siempre, tendremos que enfrentar alguna crisis, y que siempre tendremos la oportunidad de salir de ellas, fortalecidos.
En el transcurso de los últimos cinco años, como pueblo, hemos vivido dos fuertes huracanes, un ciclo de terremotos, una pandemia, un proceso de bancarrota, constantes situaciones de corrupción, que han socavado la confianza en las instituciones políticas. Unido a estas situaciones, a nivel personal muchos han tenido que enfrentar el desempleo, problemas de salud, falta de vivienda adecuada, etc. Vamos pasando de crisis en crisis, pero vamos haciéndonos más fuertes como pueblo, porque en cada situación demostramos nuestra solidaridad. Nuestra doctrina nos enseña que la capacidad para sobrepasar estos eventos difíciles se encuentra en la confianza en un Dios que nos ama “Hasta el extremo” (Jn 13,1). El amor de Dios nos da la certeza de que nunca estaremos solos y que con Dios todo es posible.
El amor de Dios se debe hacer evidente por medio de la solidaridad con los que padecen. Nos dice el Papa Francisco en su catequesis del 2 de septiembre de 2020: “En medio de crisis y tempestades, el Señor nos interpela y nos invita a despertar y activar la solidaridad capaz de dar solidez, apoyo y un sentido a estas horas en las que todo parece naufragar.” Ante las crisis, la solidaridad demostrada por vecinos que nos ayudan, que nos acogen y que nos escuchan, da fuerzas a las personas para reconstruir sus viviendas, desarrollar estilos de vida comunitarios, descubrir cómo reclamar ayudas gubernamentales, hacer valer sus derechos, etc.
La Doctrina Social de la Iglesia, que nos ayuda a entender el contexto de nuestra vida en la sociedad, resalta que el bien de todos requiere que reconozcamos la interdependencia de todos los hombres y mujeres y desarrollar la conciencia de que todos tenemos una deuda con la sociedad: esto es la solidaridad (Compendio de Doctrina Social, 194-195). La solidaridad no solo es un valor social necesario para construir el bien común, sino que es además una virtud. Leemos en el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, 193: “La solidaridad es también una verdadera y propia virtud moral, no un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos.”
En el contexto de la situación que enfrentan miles de hermanos en Puerto Rico y República Dominicana, con la reciente crisis ocasionada por el paso del huracán Fiona , la solidaridad que nos exige la Doctrina social de la Iglesia va más allá de proveer asistencia económica temporal o asistencia emocional. Esas obras de caridad son loables, pero no son suficientes. La solidaridad que se nos reclama es permitir empoderar a las personas que enfrentan carencias, para buscar soluciones a sus problemas, transmitir apoyo y confianza al que se encuentra desesperanzado, trabajar juntos en actividades que permitan lograr un cambio. Tenemos que exigir que los intereses del bien común sean el norte de las políticas públicas, gestionar un mayor acceso de las personas a viviendas resilientes. Podemos ser agentes de cambio y de formación, participando en grupos de prevención y recuperación de desastres, estableciendo estrategias de emergencia en nuestras comunidades.
La Doctrina Social nos invita a participar plenamente en nuestra vida comunitaria, social y política. “Es necesario que los cristianos sean testigos profundamente convencidos y sepan mostrar con sus vidas, que el amor es la única fuerza que puede conducir a la perfección personal y social y mover la historia hacia el bien” (CDSI 560). Papa Francisco nos exhorta: “Tenemos que elegir nosotros. Y la solidaridad es precisamente un camino para salir de las crisis mejores, no con cambios superficiales, con una capa de pintura así y todo está bien. No. ¡Mejores!” (Catequesis del 2 de septiembre de 2020).
(Puede enviar sus comentarios al correo electrónico: casa.doctrinasocial@gmail.com).
Nélida Hernández
Consejo de Acción Social Arquidiocesano