Además de las muertes asociadas a María, y la Junta de Supervisión Fiscal, el tema obligado es la crisis económica que enfrenta Puerto Rico. No soy economista así que atenderé el tema desde la perspectiva de una trabajadora que constantemente interactúa con adultos de edad media y adultos mayores. Tenemos dos Puerto Rico. El de San Juan, y el de “la isla”. A medida que nos distanciamos de los símbolos aparentes de prosperidad de la capital, más impacta esa doble imagen. A partir de la década de los 50, P.R. supuestamente dejó de ser “la casa pobre del Caribe” para convertirse en “la Vitrina del Caribe”, según lo indica el Dr. Vera en su estudio sobre la pobreza en P.R. (2016).
El ojo se llena con imágenes en las cuales, proliferan símbolos de bienestar y éxito material: abundancia de autos de lujo en las autopistas, mansiones dignas de revistas internacionales, centros comerciales impresionantes, restaurantes de gran lujo, y mucha obra pomposa. Pero a medida que nos alejamos de San Juan, otra realidad se dibuja en el horizonte. Hemos vivido en una burbuja artificial en las pasadas décadas. La pobreza se esconde.
El Instituto de Estadísticas de P.R., con fecha del 15 de septiembre de 2016, indica que para el 2015, 46 % de las personas y el 43 % de las familias se encontraban bajo el nivel de pobreza. Los sociólogos apuntan que la pobreza en P.R. tiene cara de mujer, mayor de 50 años. La pobreza sabe a carencias y a limitaciones. Este dato es sustentado por el hecho de que el Censo del 2011, arrojó que las mujeres mayores de 18 años comprenden el 53.2 % de la población del país, y de que 24.2 % de los núcleos familiares son dirigidos por una mujer. Además, establece que 14.1 % de los hogares estaban compuestos por una fémina que vivía sola. Los datos apuntan a que, del total de familias, encabezadas por una mujer-jefa de familia, el 60 % vive bajo el nivel de pobreza.
Estas cifras se tornan más significativas cuando nos adentramos al segmento poblacional de adultos de edad media (45-65 años), y el de los adultos mayores de 65 años.
¿Quién es el adulto mayor en P.R.? Es una imagen que adopta diversos rostros, nuestra sociedad ha cambiado al punto de que los estereotipos ya no sirven. Sí, sabemos que no es el viejito frágil y poco instruido de antaño, y que típicamente podría ser una mujer, por que vive más que el hombre.
La realidad es que persiste la tendencia a generalizar y a considerar al adulto mayor, como un ser, con capacidad cognitiva reducida, múltiples enfermedades incapacitantes y de poco valor para la economía de P.R. Nada más lejos de la realidad.
El adulto mayor es un segmento significativo de la población que requiere ser visto por la sociedad y por sí mismo como alguien con capacidad de aportar. Hay que romper la imagen de incapacidad y de pasividad que pueda tenerse del adulto mayor y que muchas veces, el propio adulto mayor, perpetúa. Se hace necesario, también, revisar la percepción social del trabajo y sus muchos rostros.
(La autora es psicóloga industrial-organizacional (Lic. 1109) y posee una certificación en gerontología. // serviciospadro@gmail.com // 787-690-1660. Ofrece servicios de apoyo en RH a empresas pequeñas y medianas. Dirige una microempresa de servicios a domicilio y acompañamiento en hospitales. www.adapadro.net).