Cada 25 de enero, la Iglesia celebra el día en que San Pablo -antes llamado Saulo- alcanzó la conversión camino a Damasco, a donde iba para perseguir a los cristianos.
Según relata el Libro de los Hechos de los Apóstoles, en el Capítulo 9, 1-18, Saulo se dirigía a Damasco cuando fue derribado del caballo por el mismo Jesús a través de una luz del cielo que brilló sobre él y sus compañeros, cegándolo por espacio de tres días.
Por un pedido especial de Cristo, Ananías, fue al encuentro de Saulo, y recuperó la vista. Esto motivó a Saulo a convertirse y accedió al bautismo y comenzó a predicar en las sinagogas. De esta forma el antiguo perseguidor se convirtió en apóstol y fue elegido por Dios como uno de sus principales instrumentos para la conversión del mundo.
De otro lago, Gabriel Cárnica en un artículo publicado en Catholic Stand afirmó que se pueden descubrir varias lecciones de la conversión de San Pablo:
La misericordia divina de Dios llega, generalmente, cuando se está, en el punto más bajo. Saulo fue una pesadilla para los primeros cristianos, Dios lo esperó y lo hizo caer de lo más alto, tanto de su caballo como de la ventolera que había tomado en contra de los seguidores de su Hijo.
La intervención de Dios será siempre inesperada. La forma de medir el tiempo de Dios no se asemeja a la forma en que lo hacen los humanos. Fe no es esperar a comprender en totalidad la bondad de Dios; paciencia es tener la fe para esperar por ella.
La presencia de Dios se encuentra más a menudo fuera de una iglesia. La casa del Señor es la estación de servicio, donde se rellena de combustible la fe; pero la misión en el servicio a Dios es en el camino, donde se aplica la fe para ayudar a otros.
Todo el mundo tiene un caballo. Saulo iba montando su caballo camino a pelear en contra de Dios. Dios lo derribó, para humillarlo como preparación a la gran misión de servirlo en su plan. Cada uno tiene un caballo que lo aleja de Dios, ese caballo puede ser orgullo, arrogancia, dinero, poder… ¿Se bajará por iniciativa propia o esperará que Dios lo derribe?
Fe y humildad superan a los cinco sentidos. Pablo nunca caminó al lado de Cristo, pero su fe y humildad lo hicieron tan grande como los que caminaron con el Señor. Los cinco sentidos y todas las sensaciones que les siguen son polvo en el camino de la humildad y la fe.
(Fuentes: Varias)