Santa Faustina Kowalska, secretaria de la Divina Misericordia, anotó en su diario este lamento desgarrador de Jesús: “La pérdida de cada alma me sumerge en tristeza mortal. Tú siempre me consuelas cuando rezas por los pecadores. La oración que más me agrada de ti, es la oración por la conversión de los pecadores. Has de saber, hija mía, que esta oración es siempre escuchada” (Diario 1397).
Cuando Jesús estaba en el Getsemaní, le dijo a Pedro, Juan y Santiago: “Siento una tristeza mortal…” (Mateo 26, 30/Marcos 14, 34). Por otro lado, Lucas en su evangelio relata la visita del ángel consolador en el Getsemaní (Lucas 23, 44). En el mundo de la sicología estas palabras reflejan una posible depresión mayor. En el plano espiritual es el síntoma de ver todos los pecados de la tierra y sufrir por cada una de las almas de la humanidad, es un momento místico específico.
Todos nosotros podemos ser consoladores de Jesús en su Getsemaní continuo o en cualquier morada viva de su pasión. En el libro Consolando al corazón de Jesús el Padre Michael E. Gaitley, MIC, del Santuario de la Divina Misericordia en Massachusetts, USA, nos ayuda a entender que la pasión ha estado viva desde hace más de 2,000 años. Aquí se nos pregunta lo siguiente: ¿Cómo podemos consolar a Jesús? Luego vuelve a preguntar: ¿Jesús está en el cielo? El autor nos dice que en el cielo no se sufre. Se pregunta entonces lo siguiente: ¿Cómo puede sufrir Jesús si la pasión ocurrió hace 2,000 años y está en el cielo?
El autor de este libro nos recuerda que Jesús habla del Cuerpo Místico en los siguientes versículos de la biblia: “vosotros sois el cuerpo del Mesías y miembros singulares suyos…” (1 Corintios 12, 12-27). El padre Gaitley nos enseña tres cosas para aquellos que queremos ser consoladores del corazón de Jesús. La primera es que consolamos a Jesús consolando todo su cuerpo místico y vivo. La segunda es que consolamos primero la Cabeza del Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo. La tercera, el Espíritu Santo Consolador es el que nos consuela y nos enseña a consolar a Jesús.
En el Salmo 69, 20 escuchamos estas palabras proféticas: “El oprobio me parte el corazón y me siento desfallecer, espero compasión y no la hay, consoladores no los encuentro”. Creo que este debe ser el salmo de todos los puertorriqueños que aspiramos a ser consoladores del corazón de Jesús.
En el diario de Santa Faustina, en el párrafo número 177, ella describió que lo que más le duele a Jesús es que no queramos creer en su misericordia: “Me queman las llamas de mi misericordia, las quiero derramar sobre las almas y las almas no quieren creer en mi bondad”. Santa Faustina nos enseñó que la confianza es la virtud más importante y fuerte para convertirnos en recipientes de su misericordia. Recordemos lo que Jesús le dijo a Santa Faustina que escribiera en el cuadro de la Divina Misericordia: “Jesús, confío en ti”.
Padre Gaitley nos describe que la desconfianza le duele a Jesús de una forma más aguda, cuando nosotros los creyentes, los más cercanos a Él, no creemos en su misericordia, especialmente en momentos difíciles. La receta de este sacerdote, consagrado a María y a la Divina Misericordia, para que nosotros confiemos totalmente en Cristo Jesús es la siguiente:
- La alabanza continua
- El agradecimiento de todo
- El arrepentimiento con fuerte contrición
- Implorar incesantemente la misericordia para el mundo entero, para todos nosotros y de forma especial, por los pecadores.
- Hacer las obras de misericordia
Para ser consoladores hay que descubrir a María al pie de la cruz, ella es la Madre de la Consolación. Ella nos llama a que vengamos a consolar y nos enseña cómo se consuela a su hijo. Ella nos dice: “Solo mírenlo fijamente con ternura y con esa mirada decirle: Amor de mis amores, estoy aquí para consolarte, confío en ti en entrega total”. Santa Teresita de Lisieux una vez dijo lo siguiente: “Bendito este corazón que ama tanto, pero es poco amado”. María es nuestra madre consoladora. Ella nos enseña a amar el corazón herido de Jesús que pocos aman en la pasión.
Santa Faustina escuchó a Jesús decirle: “Invita las almas con las cuales estás en contacto a confiar en mi misericordia infinita. Oh, cuánto amo a las almas que se me han confiado totalmente, haré todo por ellas” (Diario 294). Esta es la tarea de todo consolador. Invitamos a todo aquel que desee ser consolador del corazón de Jesús, junto a María al pie de la cruz, a leer el libro Consolando al corazón de Jesús. Es una escuela de consolación y de espiritualidad consoladora. Recomendamos primero la lectura del Diario de Santa Faustina Kowalska, secretaria de la Divina Misericordia, del cual se inspiró P. Gaitley para escribir su libro. A toda persona que decida ser consolador y entregar toda su confianza a Él en la cruz, recibirá la siguiente promesa: “Soy el amor y misericordia misma. Cuando un alma se acerca a mí con confianza, la colmo con tal abundancia de gracias que ella no puede contenerlas en sí misma, sino que las irradia sobre otras almas” (Diario 1074).
Quien desee adquirir este libro está disponible en la Parroquia La Milagrosa de Aguadilla y la Librería San Francisco de Aguada.
Hernán Méndez y Zenaida Acevedo
Coordinadores diocesanos
Movimiento Divina Misericordia
Año Jubilar de la Misericordia