La misericordia de Dios se ve reflejada de muchas maneras y en un sinnúmero de circunstancias que a veces no son percibidas de manera visible. Día tras día, el Señor perdona cada uno de nuestros actos que van en contra de su voluntad y sus mandatos. Sin embargo, como hijos suyos amados, necesitamos estar en gracia con el Padre. Para esto, se nos ha dado un sacramento: el de la reconciliación, o llamado también como el de la confesión. ¿Qué es y por qué es tan importante? ¿Cómo se debe realizar? ¿Perdona Dios todos mis pecados? Veremos…
En una entrevista realizada hace un tiempo para el libro sobre el tema de la confesión de la serie de ejemplares YOUCAT (Catecismo para los jóvenes), el obispo auxiliar emérito de Colonia, Dr. Klaus Dick, expresó que “el sacramento de la reconciliación es un regalo de Cristo a sus discípulos”. Esto porque “Jesús quiso que sus apóstoles concedieran el perdón de los pecados” a la gente –según el Evangelio de Juan (20, 22)–, explicó a este semanario el P. Eric Bosques, párroco de la Parroquia San Juan Bautista de Maricao. Jesús envió a los apóstoles a “perdonar los pecados”, lo que quiere decir que de esa manera fue instituido este sacramento por el mismo Jesucristo una vez resucitado.
“Al sacramento de la penitencia no se acude solo para recibir el perdón, sino para recibir la gracia y fortaleza para perseverar en el combate espiritual”, añadió Bosques. Con la confesión, ni la Iglesia ni Dios pretenden “controlar” los actos de las personas y mucho menos condenar a quienes han pecado. Sino que promueve que sea el penitente quien tenga “un mayor control de su vida y pueda ser libre por medio del sacramento”. A través del sacerdote, el penitente “recibe nuevas luces y consejos para su vida espiritual y vivir mejor la fe. Aunque lo esencial del sacramento es el perdón de los pecados, también se le da la oportunidad para la dirección espiritual para maduración y libertad en la fe”.
Para una buena confesión, es necesario que el penitente –es decir, quien se confiesa– debe haber realizado previamente un examen de conciencia, en su momento decir todos los pecados cometidos al sacerdote de manera vocal, tener intención de enmienda y expresar un arrepentimiento real. Al final, el sacerdote debe sugerir una penitencia y utilizar la “fórmula” de absolución para que los pecados sean perdonados.
¿Confesión virtual?
De acuerdo con el documento eclesial titulado “La Iglesia e Internet” (2002), «No existen los sacramentos en Internet; e incluso las experiencias religiosas posibles ahí por la gracia de Dios son insuficientes si están separadas de la interacción del mundo real con otras personas de fe». Por esto, no es posible la confesión de los pecados o la administración en general de los demás sacramentos a través de los medio de comunicación, como el internet y las redes sociales, las llamadas telefónicas y videollamadas, mensajes de texto, correo electrónico, etcétera.
Por su parte, el Papa Francisco en su homilía del 20 de marzo de 2020, planteó una alternativa temporal al sacramento de la reconciliación en tiempos de confinamiento pandémico que podría utilizarse en algún otro caso de emergencia, pero no como excusa para no acudir al sacramento de manera presencial. “Haz lo que dice el catecismo (núm. 1452). Si tú no encuentras un sacerdote para confesarte, habla con Dios, es tu Padre, y dile la verdad: ‘Señor he hecho esto… Perdóname’. Y pide perdón con todo el corazón, delante de Él. Prométele que luego te confesarás, pero habla enseguida y llegará la gracia de Dios”.
Sobre esto, P. Eric añadió que “es bueno pedir el perdón en privado a Dios”. Pero es importante y necesario acudir directamente al sacramento con un sacerdote, quien en representación de Dios perdona los pecados cometidos que se hayan confesado. Es importante y necesario para vivir en la gracia de Dios acudir al confesionario, lugar al que Santa Faustina Kowalska, apóstol de la Misericordia, llamaba “el tribunal de la misericordia”.
Para finalizar, el Padre Eric describió al sacramento de la reconciliación “como un abrazo misericordioso del Padre”, y lo comparó con el suceso en el que la oveja se pierde y el pastor sale a buscarla hasta que la encuentra y la regresa de nuevo al redil.
La Iglesia recomienda acudir a la confesión mínimo una (1) vez al año, pero se puede hacer semanal, bisemanal o dependiendo del caso del penitente, siempre y cuando haya cometido pecado. “Si está en pecado mortal, cuanto antes. La misericordia de Dios es más fuerte que cualquier pecado”, completó Bosques.
Jorge L. Rodríguez Guzmán
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