Oración

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres mi Madre. El Hijo de Dios, que es a la vez Hijo Tuyo, descansa en Tus Brazos…. El hijo pecador, que es el hombre, que en el dolor y en el amor fue engendrado al pie de la cruz, reza a Tus Pies. ¡Soy yo! Jesús busca Su consuelo y socorro en Tu corazón y aprieta Tus Manos maternales, y Tú, en Ellas, lo recibes y lo llevas con amorosa complacencia… ¡Es tu Hijo! Pero al verme rezando a tus plantas, cargado de pecados y abatido bajo el peso de tantos males, me miras a mí¡y que mirada la Tuya tan dulce y misericordiosa! Sólo las madres miran así. No lo extraño…. ¡También yo soy tu hijo!

Madre mía, si no tienes brazos donde puedas llevarme, déjame que arrime mi frente a Tu corazón, que entre en él y que allí te cuente mis penas y te ofrezca mis plegarias. Los hijos no necesitan emplear muchas palabras para que las madres se den cuenta de los dolores que los matan y de las penas que los ahogan. Mira, Madre mía, a este hijo tuyo, a quien las lágrimas han arrastrado hasta Ti. Mírame y verás en la pupila de mis ojos que estoy triste, que me asfixio entre sombras, que estoy completamente solo, y que sin Ti la vida será imposible. Nunca con más verdad que hoy te he dicho: Madre mía, solo Tú me puedes salvar.

¿Me oyes? La fe me afirma que sí y mi corazón halla en este pensamiento un consuelo inefable. Me oyes, y tu corazón maternal se compadece de mis miserias. Ahí tienes en tus brazos a tu Hijo y hermano mío Jesús; pídele por mí… Las oraciones de las madres siempre hallan eco en Su Corazón… Una madre, solo con las lágrimas silenciosas, le pidió que le devolviera al hijo que llevaban a enterrar… y volvió a la vida el muchacho. Otra madre se echó a sus pies y le pidió piedad para su pobre hija, que estaba atormentada del demonio… En aquel momento Satanás dejaba aquella alma que fieramente atormentaba.

¿Serás Tú, Madre del Perpetuo Socorro, menos oída que aquellas madres desoladas? Solo pensarlo me parece un crimen. Di, pues, a tu Hijo: Hijo mío, esta alma está atormentada de muchos males. Un dolor muy grande, sobre todo en estos momentos, tortura su corazón. Óyela, cúrala, sálvala.

Madre mía, estoy en tus manos y en las manos de Jesús. 

(Obispado de Arecibo)

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