Me extraña que el profeta Isaías, para dibujar de algún modo esa realidad futura que llamamos cielo, la pintara con la imagen del banquete. Es un sabroso banquete, de manjares suculentos y vinos de solera, preparado por el mejor chef: Dios mismo. Y el lugar del banquete será la ciudad santa, donde Dios ha puesto su morada. Lágrima, duelo, oprobio, muerte desaparecen para siempre del panorama.
¿Por qué es adecuada la alegoría? Porque en el banquete se come y la comida es vida, nuevas fuerzas para evitar la desnutrición. En el banquete la comida es especial, no la de todos los días. Y lo más importante: es comer en familia, entre amigos, en conversación que recuerda las pasadas anécdotas. Es la nutrición social, el lugar del encuentro, de sentir que somos uno con otros aunque somos distintos.
Esas precisamente son las razones para desear y animar a que los miembros de la familia, al menos en alguna ocasión de la semana, se sienten juntos a compartir la mesa. Este sentido familiar, tan normal en otros tiempos, se ha perdido hoy por muchas razones, algunas tal vez necesarias. Cambian los horarios de trabajo, hay atractivos inexistentes antes como la TV, el celular que nos ha reducido a ermitaños comunicando con la luna, los intereses, sobre todo, de los hijos que están atados a la novia, o a los amigos del jangueo.
Reconociendo estas nuevas dificultades, que no existían en la mesa del campo, ni en las sencillas familias de la ciudad, creo que los padres deben incluso forzar a que la familia se encuentre como tal en días especiales. Y si el joven lo ve como sufrimiento, se le argumente de la mejor manera para ganarlo. No es un adelanto el que cada miembro de la familia se sirve lo que quiere para el momento que desee, y coma frente al televisor, o arrellanado en un sofá, como la mascota que se retira a su lugar y no deja acercarse a nadie. Ciertamente, un espectáculo deprimente.
Hagan lo posible los padres por recuperar este momento donde se cuentan las inquietudes del día, se planea y comenta la solución a problemas nuevos, se comparten los sueños y proyectos, se deciden los cambios que afectarán a todos. A través de esas deliberaciones los hijos aprenden a deliberar y decidir, y a caer en la cuenta de que son importantes en la familia. Y también –¿por qué no?– que sea el momento para sentirse en común ante el Padre Celestial con la oración improvisada, la lectura bíblica comentada, la petición ante las vicisitudes de la familia.
Comentaba alguien: La vida en familia da seguridad a los hijos, los aparta de los vicios y las malas compañías, les ayuda a despejar sus dudas religiosas y morales, les compensa las fatigas del día. Recuerden como fuimos educados los que ya peinamos canas. Comimos juntos y crecimos juntos. Al calor de los “viejos” bebimos tradiciones, cultura y amor. Comimos y oramos juntos antes de lanzarnos a la vida, como hombres, a cumplir la misión que nos asignó el Señor. Jamás se nos ocurrió la fuga hacia el licor, la droga, la calle o la perdición. El hogar, el dulce hogar, nos educó y nos defendió.
De eso se trata. Hagamos el esfuerzo por recuperar la comida familiar.
(Padre Jorge Ambert)
Bendición de la mesa
[Bendecir la mesa, una costumbre que ayuda a que sus hijos vivan en un ambiente cristiano]
Ejemplos de oraciones:
Bendice Señor estos alimentos que vamos
a recibir por tu misericordia, y
bendice a quienes lo han preparado.
Da pan a los que tienen hambre,
y hambre de justicia a los que
tienen pan. Te lo pedimos por
Cristo nuestro Señor. Amén.
Bendícenos Señor y Bendice estos
alimentos que vamos a tomar.
bendice a quienes lo han preparado
y da pan a los que no lo tienen.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
Bendito seas Señor, Dios del universo,
por estos alimentos, fruto de la tierra
y del trabajo del hombre, que hemos
recibido de tu bondad y ahora vamos
a compartir. Te pedimos que te
acuerdes de lo que no tienen pan.
Tú que vives y reinas por los
siglos de los siglos. Amén.
Bendice Señor y bendice estos
alimentos fruto de tu generosidad
y de nuestro trabajo.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén
Bendice Señor, los alimentos que
vamos a tomar y haz que
nos aprovechen para ocuparnos
en tu Santo servicio. Amén.
Que el Rey de la eterna gloria nos haga
partícipes del banquete celestial. Amén
Te damos gracias Señor por estar acá,
y te pedimos que bendigas estos alimentos y junto con ellos
bendice nuestras vidas y el camino recorrido. Amén
Bendícenos Señor, a nosotros y bendice estos alimentos que
vamos a recibir de tus manos generosas y providentes.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
El Rey de la eterna gloria nos haga partícipes del
banquete celestial. Amén.