Es común que los medios de comunicación masiva, en lo referente a la Iglesia Católica en concreto, presenten una visión distorsionada de los hechos históricos. Comunicar una verdad a medias, en realidad, es difundir una mentira. Son innumerables las “leyendas negras” sobre hechos y acontecimientos vividos en la historia cristiana.
Quienes intentan corregir las falsedades o tendencias claramente intencionadas para desacreditar o menospreciar la Iglesia son silenciados, no publicados en esos medios. Suelen tales medios sacar partido del total desconocimiento de los hechos históricos que tienen la mayoría de los ciudadanos. Es un deber de justicia de quienes, si tienen formación histórica, cultural, humanista y religiosa corregir tales desvaríos, fake news, en el lenguaje de los medios.
Resulta aún más doloroso que sean algunos bautizados, sobre todo, tibios y rebeldes generalmente, quienes repitan sin someter a un certero juicio crítico, las falsedades que otros pregonan. Es común, sin dejar de ser reprobable, que quienes viven al margen de su fe, en situaciones irregulares o tendencias pecaminosas, proclamen injurias y epítetos negativos. Ello es muestra de su personal situación que los lleva al resentimiento. Tras cada expresión de yo no piso la Iglesia porque los que están son peores hay una confesión implícita de un grave pecado.
Siempre es preciso buscar la verdad total, completa y sin recortes. Hace unas semanas celebramos el descubrimiento de Puerto Rico y el comienzo de la evangelización de esta tierra borincana. Igual que con el hecho del descubrimiento de América se levantan voces condenatorias porque la colonización supuso según deformaciones históricas el sometimiento de los pueblos originarios y su exterminio. Quienes investiguen el Archivo de Indias pueden constatar que la Iglesia defendió los derechos de los indígenas y contribuyó, anticipándose en el tiempo, a que se respetasen sus derechos humanos. Solo hay que repasar el sermón de la Primera Navidad en la Española de Fray Bartolomé de las Casas y su acérrima defensa de los indios de América. Ello es solo una de las aportaciones realizadas en ese tiempo.
En nuestro tiempo abundan series televisivas, películas, aseveraciones reiteradas en las redes sociales, que reflejan una supina ignorancia sobre hechos y acontecimientos del pasado remoto o reciente. Desde Netflix y otras cadenas cinematográficas se intensifica presentar un rostro deformado y atroz de la Iglesia y el cristianismo.
La Iglesia ha sido abanderada del diálogo y de la escucha del que piensa distinto. Gracias a ello ha conocido el valor de vivir en el respeto al distinto, y la armonía que generan ese respeto y esa escucha. Las personas, los ciudadanos, tienen derecho a no ser engañados ni por unos ni por otros. Tienen derecho a juzgar por sí mismos, con los datos reales, sin tapujos, y tomar sus opciones ideológicas, políticas, religiosas, etc., que consideren conveniente, sin necesidad de unos “papás” sobreprotectores que les oculten ciertos secretos de familia para que piensen “como tienen que pensar” (o sea, como quieren esos “papás”). Pero ello atendiéndose a los datos históricos certeros, no a las ideologizaciones e intereses sectarios de nadie. La verdad nos hace libres. No tenemos miedo a la verdad, hemos reconocido y confesado los errores y pecados de nuestra historia, sin complejos ni temores. Solo exigimos que sea la verdad lo comunicado.
Padre Edgardo Acosta
Para El Visitante