El bautismo es el inicio, la entrada a la vida cristiana. Así es como Dios comunica y reparte su gracia a sus hijos; es una primera probada de la bendición de Dios sobre nosotros, sus hijos amados.
“Es una puerta abierta para acoger a todos” a la gracia de Dios, explicó a este semanario el P. Carlos Rafael Santiago Ramírez, párroco de la Parroquia Santa Teresa de Jesús de Bayamón. ¿Tan importante es este sacramento que se recomienda realizarlo al inicio de la vida terrenal? ¿Qué beneficio obtenemos más allá de ‘ser hijos de Dios’?
¿Bautismo o bautizo?
El término ‘bautizo’ es la acción que se da en el ‘bautismo’, que este se refiere al sacramento como tal. ‘Bautizo’ quiere decir ‘sumergir’. El sacramento del ‘bautismo’ es el comienzo y “fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos” (Catecismo, Núm. 1213). Así como somos sumergidos en el agua que se utiliza para bautizar, somos sacados y liberados del pecado original con el que nacemos como seres humanos. Es decir, por el bautismo “llegamos a ser miembros de Cristo, somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión” (Catecismo). Y como dijo el P. Carlos: “nacemos a una vida nueva en Cristo”.
Beneficios de ser hijos
Además del beneficio de ser hijos del Padre celestial, obtenemos ciertos deberes como cristianos: el amor, el servicio y muchas obligaciones más. Igualmente recibimos algunos dones especiales, no porque nos los merecemos, sino por el simple hecho de ser creados por Dios.
Como bien dice el Catecismo de nuestra Iglesia, el bautismo nos permite recibir luego “los otros sacramentos”; entiéndase el de la comunión, la confirmación, el matrimonio, el orden sacerdotal, etc. Sin embargo, si alguna persona no está bautizada, “no puede recibir el sacramento de la unción de los enfermos”, añadió Santiago Ramírez.
¿El mayor regalo? La gracia de Dios. El bautismo nos abre a esa gracia que solo proviene del Padre, de nadie más. No hay mayor bendición que iniciar la vida con la gracia del Señor. Por eso, “se recomienda a los padres que tan pronto nacen los niños, los bauticen”, sostuvo P. Carlos.
Además, Dios quiere que seamos guiados y consolados por la segunda persona de la Trinidad: el Espíritu. Este hermoso sacramento hace que el Espíritu Santo descienda sobre todos nosotros, así como hizo sobre Jesús al momento de su bautismo.
¿Bautizado sin tener pecado?
Si nos vamos a la lectura del Evangelio (Mt 3, 13-17) que nos recuerda este acontecimiento, el evangelista nos revela que Jesús mismo es quien le solicita a Juan ser bautizado con el agua del río Jordán. Juan bautizaba a toda persona que se acercara y que deseaba convertirse por los pecados que había cometido.
¿Por qué ser bautizado, si Jesús no tenía pecado por ser el hijo de Dios? Aunque Jesús es la tercera persona de la Santísima Trinidad, comenta P. Carlos que decidió ‘abajarse’, no para ser limpiado de algún pecado, sino para introducirnos a la gracia a través del camino de la pasión, muerte y resurrección que se aproximaba en su vida. Es decir, “nos hizo partícipes del camino de salvación, d el camino hacia el Reino de los cielos”, completó el sacerdote. Por esa razón, Jesús accedió a ser bautizado, para ‘abajarse’ y ‘humillarse’.
Por último, Padre Carlos recordó que “el bautismo es una llamada a la santidad. El que es bautizado recibe una vestidura nueva, blanca y limpia. Es importante que todo bautizado asuma con responsabilidad la llamada que Dios le hace para que viva una vida santa, llena de Dios… una vida cercana a la Iglesia, que no se pierda en el camino y pueda dar testimonio de Cristo. ¡Tenemos que ser santos hoy y no mañana!”, concluyó.
Jorge L. Rodríguez Guzmán
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