Quien ha tenido la oportunidad de conversar con Gualberto Rodríguez jamás imaginaría que es un joven de 31 años con la condición de autismo.

A la edad de 3 años le diagnosticaron autismo atípico o autismo leve, que comprende un desorden pasivo del desarrollo que médicamente se conoce como el Síndrome de Asperger. Sobre el proceso comentó que ha sido como cualquiera otro, “con sus altas y bajas pero mis papás me aceptaron con la condición y me motivaron a salir adelante”.

Y es que más allá de motivarlo, explicó que siempre lo trataron como a un niño normal lo que le dio la confianza para volverse independiente. Gualberto aseguró que es de suma importancia que los padres traten la condición desde edades tempranas para prestarle especial atención a las deficiencias y enfocarse en las fortalezas. “Es importante que se les trabaje el autismo para que vayan desarrollándose en todos los sentidos, en el social, sensorial, profesional, en todo”, argumentó.

En sus propias palabras describió el autismo como: “Una condición en la que las áreas tanto sensoriales como sociales se ven afectadas. Pero la misma condición no significa que una persona con autismo, porque tenga destrezas sociales o sensoriales deficientes, va a estar así de por vida, sino que su área social, su área sensorial, su área física y otras pueden mejorar a gran escala”.

Pese a que sus deficiencias se concentraban mayormente en la parte social, estas no han sido una barrera en su vida. Por eso, se describió como una persona diligente y perseverante. “Para mí la perseverancia y diligencia son claves para el éxito. Ser diligente significa trabajar con prontitud y mantenerse firme. Mientras que la perseverancia es mantener esa constancia y nunca darse por vencido”, aseveró.

Y es que, como eco a sus palabras para Gualberto, haber alcanzado sus logros e independencia se lo debe a sus padres y primordialmente a Dios que “ha sido mi guía y mi amparo durante mi vida. Creo que es como todo, hay procesos difíciles y fáciles pero lo importante es creer en uno mismo y si uno se propone algo, pues lograrlo”. Ejemplo de ello lo es su bachillerato en Estudios liberales con concentración menor en Música de la Pontificia Universidad Católica, recinto de Ponce.

Actualmente, asiste a la parroquia San José de Toa Alta y hace 1 año y 3 meses es ministro de la Comunión. Sobre su desempeño compartió que: “Ha sido una experiencia muy linda, hermosa. Uno siente esa alegría de llevar la comunión a los enfermos, la palabra de Dios, cómo ellos esperan a uno con esperanza. Ya que a muchos de ellos no hay quien los visite. Eso ha sido para mí una gran experiencia”.

Además, dedica parte de su tiempo a ofrecer charlas sobre el tema a través de la isla. En ellas no solo ha fortalecido sus destrezas sociales, también ha logrado que los padres tengan mayor aceptación hacia sus hijos, que se sientan motivados y los ayuden a salir adelante.

Admitió que aún falta seguir creando conciencia y “hacerle ver a la gente las cosas desde el ámbito apropiado. Hay personas que lo reconocen, pero unos lo aceptan más que otros”. Por eso su mayor deseo es que “se cree más consciencia sobre la condición. Que haya más aceptación en la sociedad para las personas con autismo para que no se sientan discriminados, que puedan tener la libertad de hacer las cosas que ellos deseen hacer, buscar trabajo, estudiar, en fin, que tengan todos los recursos, a su favor para que salgan adelante”.

De igual modo, a aquellos padres que tienen algún hijo o familiar con autismo les expresó que: “Esa persona es bien especial. Lo primordial es que tengan a Dios en su vida. Él los ayudará muchísimo. Padres acepten a ese hijo o hija con la condición, motívenlo, trátenlo como un niño normal y saldrá hacia adelante”.

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