Noviembre está a la vuelta de la esquina y, con él, el momento más intenso de la primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe.
Ciertamente, esta reunión convocada por el Papa Francisco, se posiciona como un evento histórico al involucrar a todo el pueblo de Dios que peregrina en estas tierras del llamado Continente de la Esperanza.
Hombres y mujeres laicos, consagrados, las familias, los jóvenes, sacerdotes, diáconos, obispos, han sido invitado a participar, en clave sinodal, para mirar la realidad eclesial y social de sus países y discernir juntos, con la asistencia del Espíritu Santo y la intercesión de la Santísima Virgen María, los principales desafíos pastorales que enfrenta toda esta región a la luz de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe que tuvo lugar en Aparecida, Brasil, en 2007.
Luego de un momento amplio de escucha que duró hasta el 30 de agosto pasado y en el que los fieles tuvieron la oportunidad de expresar sus inquietudes en temas diversos a través de los medios digitales, se acerca el momento del encuentro en que, como dijo el Sumo Pontífice al realizar la convocatoria: “se reza, se habla, se piensa, se discute, se busca la voluntad de Dios”.
¡Juntos!
En un mundo lleno de divisiones, de fronteras y desigualdad, la asamblea vuelve a poner en perspectiva la unidad que solo se da en el amor de Dios. Por eso, ¡qué cualidad tan cristiana la de la unidad! Es esa, incluso, una de las que se señala en la Sagrada Escritura sobre las primeras comunidades cristianas.
La Iglesia de América Latina y el Caribe tiene, hoy especialmente, la oportunidad de ser signo de unidad para los que están más alejados. Una unidad no sólo entre países, sino también entre miembros de la misma Iglesia con estados de vida distintos, pero con la llamada común de ser discípulos misioneros y con una misma vocación a la santidad.
¡Hacer camino juntos! ¡Pero juntos de veras! Es el sentido de la sinodalidad: caminar juntos, reconocer de todos su dignidad de hijos de Dios y actuar con corresponsabilidad. ¿Acaso no produce alegría saberse acompañado en el camino?
“La Iglesia se da al partir el pan”, recordó el Papa, con esta hermosa expresión de compartir y de acoger, uno de los criterios más importantes de la asamblea: la participación de todos, sin exclusión.
Juntos… teniendo como sede principal la Ciudad de México, del 21 al 28 de noviembre, en modalidad combinada (presencial y virtual), bautizados de los distintos países participarán para trazar un nuevo camino pastoral.
Una llamada a la acción
O, en otras palabras, la Iglesia en salida. Saberse escuchado y acogido, también mueve a comprometerse, a tomar parte y aportar desde la propia realidad.
La Asamblea Eclesial es, además, invitación a involucrarse, a remar mar adentro, a una conversión personal que mueve, asimismo, una conversión pastoral. Es la ventana que asoma a una Iglesia que se renueva desde el corazón de Cristo que caminó, se inclinó, acogió y sirvió con una opción preferencial por los pobres y anima a hacer lo mismo, cada uno desde donde esté.
Ante esta llamada que espera una respuesta, y entre tantas situaciones que a veces intentan apagar el ardor misionero en la Iglesia, renovamos el entusiasmo con las palabras de Aparecida: “Estamos cansados del camino, pero Tú nos confortas en la fracción del pan para anunciar a nuestros hermanos que en verdad Tú has resucitado que nos has dado la misión de ser testigos de tu resurrección”, (Aparecida, 554).
Vanessa Rolón Nieves
Para El Visitante