Oficina de Prensa de la Arquidiócesis de San Juan
En el día de ayer, domingo 13 de diciembre, el Arzobispo de San Juan de Puerto Rico, Roberto Octavio González Nieves, abrió la Puerta Santa en la Catedral de San Juan para dar inicio al Año Santo de la Misericordia.
En su homilía el Arzobispo de San Juan dijo que “Hoy se abre esta puerta para comunicar a todos y todas, sin importar edad, condición social, raza, sexo o vida pasada que Jesús es el rostro visible y tangible de Dios que tiene sus puertas abiertas a cuantos quieran entrar. Él no te cierra las puertas, ni te rechaza, ni te excluye, ni te discrimina, ni te ignora, ni te cuestiona. Tampoco Jesús tiene un archivo o museo donde guarda nuestros pecados y los exhibe para que todo el mundo los vea y jamás se olviden de ellos. En Jesús, no hay una exhibición de pecados sino un corazón que es un tesoro y fuente de perdón amoroso y misericordioso. ¡Qué mucho tenemos que aprender de Jesús, de su perdón y de su misericordia! ¡Qué bueno que podemos aprovechar esa gran oportunidad con este Año de Gracia y Misericordia!”
Para el Arzobispo: “Nada sucederá si abrimos esta puerta hoy pero seguimos encerrados en nosotros mismos. Nada pasará a partir de hoy si como personas de Iglesia abrimos estas puertas pero nos quedamos encerrados dentro de sus paredes. También esta Puerta Santa se abre hoy para ser una Iglesia en salida. Una Iglesia que vaya a misericordear por todo Puerto Rico. Una Iglesia que salga a curar, a vendar, a limpiar corazones, a vestir al desnudo, a alimentar al hambriento”.
González Nieves acentuó que la conversión es la llave que abre la Puerta Santa de la Misericordia: “Para entrar eficazmente por esta puerta, solo necesitamos la llave de la conversión continua. Una conversión que nos abra también la puerta de nuestros corazones, una conversión que nos lleve al arrepentimiento, a la confesión, a un cambio progresivo de vida; una conversión que nos lleve del odio al amor, de la indiferencia a la solidaridad, de la ceguera a la luz. En resumidas palabras, una conversión que nos haga a cada uno, a cada una santuarios de la misericordia de Dios. Por eso, hoy repito con el Papa Francisco: “Ha llegado de nuevo para la Iglesia el tiempo de encargarse del anuncio alegre del perdón. Es el tiempo de retornar a lo esencial para hacernos cargo de las debilidades y dificultades de nuestros hermanos. ” (MV, 9) “¡Este es el tiempo oportuno para cambiar de vida! Este es el tiempo para dejarse tocar el corazón. (MV, 19)”
Monseñor González Nieves, también pidió misericordia para Puerto Rico. “…quisiera recordar que no solo nosotros, ni nuestros hermanos y hermanas necesitamos de la misericordia de Dios. También, Puerto Rico necesita de la misericordia divina y de la humana. La falta de convivencia, que con frecuencia comienza en la familia y se extiende a toda nuestra sociedad, la falta de confianza y la falta de respeto entre las personas, la corrupción sistemática, las políticas irresponsables, los proyectos de obras públicas y sociales pensados, concebidos y ejecutados irresponsablemente, los presupuestos deficitarios o balanceados a fuerza de préstamos endeudando las generaciones futuras que nos han conducido a la vergüenza internacional y a la desesperación interna. A esto se añade los que evaden las contribuciones o los que no cumplen con sus obligaciones ciudadanas, a lo que le sumamos la ineficiencia en sectores gubernamentales que han hecho que Puerto Rico sea un lugar de gran necesidad de misericordia corporal y espiritual. Hoy pedimos Misericordia para Puerto Rico. Pedimos misericordia a los bonistas, pedimos misericordia a los que gobiernan. Tengan misericordia con nuestra gente, con nuestros pobres y ancianos y familias de escasos recursos, con los que necesitan salud, educación y seguridad. De manera preferencial ellos son los destinatarios de la Buena Nueva del Evangelio, de la esperanza cristiana. Para con ellos, debemos ser portadores de la Misericordia de Dios”, finalizó González Nieves.
Texto completo de la homilía
El 11 de abril de este año, que era el segundo domingo de pascua, cuando la Iglesia celebraba el domingo dedicado a la Misericordia, el Papa Francisco nos sorprendió con una iniciativa de gracia para la Iglesia: la celebración de un Jubileo Extraordinario de la Misericordia. Un Año Santo que ya se abrió en la Iglesia Universal el pasado martes y que por deseo del Papa, en cada diócesis del mundo, en cada catedral, debe abrirse hoy, Domingo de la Alegría, en el Adviento.
Hoy, pues, con gran alegría abrimos en nuestra Catedral Metropolitana de San Juan de Puerto Rico una puerta, la puerta santa, que, como nos ha dicho el Santo Padre, “En esta ocasión será una Puerta de la Misericordia, a través de la cual cualquiera que entrará podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza.” Esta una puerta es simbólica de la verdadera puerta que estamos llamados a atravesar que es Jesús, la puerta que conduce a la salvación. Puesto que Él mismo nos ha dicho: “Yo soy la puerta; si alguno entra por mí, será salvo”, la primera invitación en este Año Santo es caminar hacia Jesús, puerta siempre abierta para la salvación de todos y todas.
Hoy se abre esta puerta para comunicar a todos y todas, sin importar edad, condición social, raza, sexo o vida pasada que Jesús es el rostro visible y tangible de Dios que tiene sus puertas abiertas a cuantos quieran entrar. Él no te cierra las puertas, ni te rechaza, ni te excluye, ni te discrimina, ni te ignora, ni te cuestiona. Tampoco Jesús tiene un archivo o museo donde guarda nuestros pecados y los exhibe para que todo el mundo los vea y jamás se olviden de ellos. En Jesús, no hay una exhibición de pecados sino un corazón que es un tesoro y fuente de perdón amoroso y misericordioso. ¡Qué mucho tenemos que aprender de Jesús, de su perdón y de su misericordia!
¡Qué bueno que podemos aprovechar esa gran oportunidad con este Año de Gracia y Misericordia!
En la mañana de hoy, al abrir la Puerta Santa de su catedral, San Juan de Letrán, el Papa ha dicho que “Comienza el tiempo de la gran perdonanza;” que la Iglesia tiene como misión derramar ternura, porque “a Dios no le gustan las rigideces”.
Y si Jesús es el Dios de puertas abiertas, su Iglesia debe serlo. Por eso, el Papa Francisco nos ha dicho: “La Iglesia que tiene las puertas abiertas de par en par para recibir a los necesitados, a los arrepentidos y no sólo a los justos o a aquellos que creen ser perfectos. La Iglesia que no se avergüenza del hermano caído y no finge de no verlo, es más, se siente implicada y casi obligada a levantarlo y animarlo a retomar el camino y lo acompaña hacia el encuentro definitivo, con su Esposo, en la Jerusalén celestial”.
Para entrar eficazmente por esta puerta, solo necesitamos la llave de la conversión continua. Una conversión que nos abra también la puerta de nuestros corazones, una conversión que nos lleve al arrepentimiento, a la confesión, a un cambio progresivo de vida; una conversión que nos lleve del odio al amor, de la indiferencia a la solidaridad, de la ceguera a la luz. En resumidas palabras, una conversión que nos haga a cada uno, a cada una santuarios de la misericordia de Dios. Por eso, hoy repito con el Papa Francisco: “Ha llegado de nuevo para la Iglesia el tiempo de encargarse del anuncio alegre del perdón. Es el tiempo de retornar a lo esencial para hacernos cargo de las debilidades y dificultades de nuestros hermanos. ” (MV, 9) “¡Este es el tiempo oportuno para cambiar de vida! Este es el tiempo para dejarse tocar el corazón. (MV, 19)
Nada sucederá si abrimos esta puerta hoy pero seguimos encerrados en nosotros mismos. Nada pasará a partir de hoy si como personas de Iglesia abrimos estas puertas pero nos quedamos encerrados dentro de sus paredes. También esta Puerta Santa se abre hoy para ser una Iglesia en salida. Una Iglesia que vaya a misericordear por todo Puerto Rico. Una Iglesia que salga a curar, a vendar, a limpiar corazones, a vestir al desnudo, a alimentar al hambriento. Por eso, fue que el Santo Padre, al abrir anticipadamente la Puerta Santa en Bangui dijo: “Los agentes de evangelización, por tanto, han de ser ante todo artesanos del perdón, especialistas de la reconciliación, expertos de la misericordia. Así podremos ayudar a nuestros hermanos y hermanas a «cruzar a la otra orilla», revelándoles el secreto de nuestra fuerza, de nuestra esperanza, de nuestra alegría, que tienen su fuente en Dios, porque están fundados en la certeza de que Él está en la barca con nosotros.” Por ello, como agentes y misioneros y misioneras de evangelización que somos todos estamos llamados a salir con Jesús hacia los demás; testimoniar la misericordia de Dios con nuestra alegría, ejemplo y acción.
Por último, quisiera recordar que no solo nosotros, ni nuestros hermanos y hermanas necesitamos de la misericordia de Dios. También, Puerto Rico necesita de la misericordia divina y de la humana. La falta de convivencia, que con frecuencia comienza en la familia y se extiende a toda nuestra sociedad, la falta de confianza y la falta de respeto entre las personas, la corrupción sistemática, las políticas irresponsables, los proyectos de obras públicas y sociales pensados, concebidos y ejecutados irresponsablemente, los presupuestos deficitarios o balanceados a fuerza de préstamos endeudando las generaciones futuras que nos han conducido a la vergüenza internacional y a la desesperación interna. A esto se añade los que evaden las contribuciones o los que no cumplen con sus obligaciones ciudadanas, a lo que le sumamos la ineficiencia en sectores gubernamentales que han hecho que Puerto Rico sea un lugar de gran necesidad de misericordia corporal y espiritual. Hoy pedimos Misericordia para Puerto Rico. Pedimos misericordia a los bonistas, pedimos misericordia a los que gobiernan. Tengan misericordia con nuestra gente, con nuestros pobres y ancianos y familias de escasos recursos, con los que necesitan salud, educación y seguridad. De manera preferencial ellos son los destinatarios de la Buena Nueva del Evangelio, de la esperanza cristiana. Para con ellos, debemos ser portadores de la Misericordia de Dios.
Queridos hermanos y hermanas, ya avanzamos en el tiempo de adviento camino a la Navidad donde celebraremos el nacimiento de Jesús, la Misericordia Encarnada. Pido que este Año Santo que iniciamos hoy podamos acrecentar en nuestros corazones el amor misericordioso de Dios para ser una Iglesia de puertas abiertas para dispensar la misericordia de Dios a todos y a todas sin excepción en Iglesia Santa de Cristo Jesús que peregrina nuestra en Patria borincana.
Que Dios les bendiga y les proteja siempre.