(Cuarto de varios)

“La cosa está mala”, “el mundo se va a acabar pronto” y “esto va de mal en peor” son solo algunas de tantas frases que denotan la ausencia de esperanza. De las tres virtudes teologales -fe, esperanza y caridad- es la más atacada en el diario vivir por el pesimismo, la desesperación o la falta de paz. ¿Qué es la esperanza? ¿Cuán importante es? ¿Qué efectos tiene? Aquí algunas luces.

La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. “Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa” (Hb 10, 23). “El Espíritu Santo que Él derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna” (Tt 3, 6-7). (Catecismo, 1817)

Cada bautizado y enviado tiene la misión de alcanzar la felicidad. Esperanza es la virtud de vivir la felicidad interior, es el arte de vivir la paz y la alegría interior. Es el fuego que llevas dentro que te impulsa a peregrinar en esta vida con alegría porque tienes la total certeza de que te espera una felicidad absoluta en la patria celestial que es la promesa de Dios. Unos versos de la oración de la serenidad hablan de la esperanza de manera magistral:

Aceptar las adversidades como un camino hacia la paz; viviendo como lo hizo Jesús, este mundo pecador tal y como es, y no como me gustaría que fuera; creyendo que Tú harás que todas las cosas estén bien si yo me entrego a Tu voluntad; de modo que pueda ser razonablemente feliz en esta vida y plenamente feliz contigo en la siguiente. (Reinhold Niebuhr)

Papa Francisco catequizó sobre la esperanza el 7 de mayo de 2020. “Es la más humilde de las tres virtudes teologales, porque permanece oculta. […] Es una virtud que nunca decepciona: si esperas, nunca serás decepcionado. La esperanza necesita paciencia […] para saber que sembramos, pero es Dios quien da el crecimiento. La esperanza no es un optimismo pasivo sino, por el contrario, es combativa, con la tenacidad de quienes van hacia un destino seguro”.

El que vive la esperanza es alegre, bondadoso, paciente y feliz. Reflexión: ¿Cuán fuerte es mi esperanza?

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