(Noveno de varios)
Se trata de una de las virtudes que ordenan la vida individual, comunitaria y colectiva. La justicia se resume en la frase dare cuique suum (dar a cada cual lo suyo), según las palabras de Ulpiano, jurista romano del siglo III. Las Sagradas Escrituras también hacen énfasis en la persona justa, como una recta, de paz y amada por Dios. “Los que procuran la paz están sembrando la paz; y su fruto es la justicia”, (St 3, 18). También alert: “Que nadie se atreva a perjudicar ni a dañar en esto a su hermano, porque el Señor hará justicia por todas estas cosas”, (1 Tes 4, 6).
Ahora bien. Justicia de espaldas a Dios, sin encomendarse al Trono de Sabiduría, es una que se mira a través de los ojos humanos y cuya balanza está definida por los hombres. Y como dice la frase sálvese quien pueda, el poder de definir qué le corresponde a cada cual fácilmente puede beneficiar a unos y afectar a otros. Por eso ejercer la justicia es un poder sagrado, ese que los corruptos de corazón y pensamiento anhelan.
Ya lo dijo San Agustín: “Si la justicia es la virtud que distribuye a cada uno lo suyo… no es justicia humana la que aparta al hombre del verdadero Dios”, (De Civitate Dei, XIX, 21). Por ello: “La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo”, (cf. Rm 3, 21-22).
El Catecismo (1807) orienta: “La justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. La justicia para con Dios es llamada “la virtud de la religión”. Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común”.
Procurar la justicia en todo momento, en el supermercado, en la plaza pública, en el café, en la fila del banco… Buscar ser justos de pensamiento, en la palabra y sobre todo en la acción. Para alcanzar la patria celestial, hay que tener fe, esperanza, caridad, ser prudente y ser justo… Hay que pensar y actuar como Jesús, que es la verdadera justicia.
Reflexionemos: ¿Soy justo con mi prójimo de la manera que espero que Dios sea conmigo?