Gracias también a las redes (sociales), el mensaje cristiano puede viajar ‘hasta los confines de la Tierra’. Papa Francisco

El mundo digital es un toma y dame. Hay un ejemplo curioso. Durante la conversación en el hogar sale el tema de las vacaciones y pareciera que el celular, SIRI o ALEXA te escuchan. Comienzan a salir anuncios de viajes… El mundo digital tiene fotos, datos, audios, ubicaciones, los “me gusta”, “no me gusta”, información crediticia y más de cada uno de sus usuarios. Además, existen políticas para regular qué información comparten o venden. Sí, esas letritas pequeñas que nadie le gusta leer.

Es de inocentes pensar que no se analiza toda esta información. ¿El mundo virtual conoce los deseos de sus usuarios? Intenta, pero muy pocos contestarían en el mundo real con un “me gusta” o “no me gusta” y ya como si se tratara de botones… El mundo virtual desea influenciar en las desiciones. Los algoritmos de las distintas redes analizan cada interacción de los usuarios para intentar determinar preferencias.

En ese contexto, la evangelización también emprende camino en el mundo virtual cuya atención e interés van por el color, el movimiento, lo rápido, lo creativo, lo gracioso y lo controversial… Es por eso que el mundo virtual requiere cada vez fieles mejor formados y conscientes para atender esta ardua misión de llevar un mensaje de fe, esperanza y caridad; desde la paz, el bien y la alegría. Por medio de la virtualidad, se puede evangelizar “hasta los confines de la tierra” y llevar el amor de Cristo por medio de las 14 obras de misericordia.

“Las redes sociales son capaces de favorecer las relaciones y de promover el bien de la sociedad, pero también pueden conducir a una ulterior polarización y división entre las personas y los grupos. El entorno digital es una plaza, un lugar de encuentro, donde se puede acariciar o herir, tener una provechosa discusión o un linchamiento moral”, dijo el Papa Francisco en el 2016.

Es cierto, las redes son tierra de contraste. Por un lado, son terreno fértil para conversaciones tóxicas o agresivas, en el medio hay una multitud silente-espectadora y por otro lado están llenas de humor y sátira. Claro, es que para muchos la virtualidad inhibe o diluye la realidad.

El martillo es arma o herramienta dependiendo de la intención de la mano. Ante ello, recae en cada bautizado y enviado edificar un mejor mundo virtual para inundarlo de promotores de paz cuya imagen es Jesús en cada interacción. Por ello saltan las preguntas de autoevaluación: ¿Soy católico en mis redes? ¿Promuevo la paz? ¿Soy misericordioso? ¿Ayudo a edificar un mundo mejor? ¿Respondo como Jesús respondería? ¿Los demás ven a Jesús en mí? ¿Soy influenciado o influencio el mundo virtual?

Enrique I. López López
e.lopez@elvisitantepr.com
Twitter: @Enrique_LopezEV

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