Los sencillos de corazón marcan el paso de la devoción en la Iglesia. Desde adentro, desde el corazón, los que hablan con Dios en el silencio, indican la ruta para tocar el misterio en estos días de pandemia. En el hogar, en la Iglesia, los que todo lo esperan de Dios, se nutren de la fe que mueve montañas, del “abajamiento” propio de los hijos de Dios.
La humildad es básica para conectar con el Señor Jesús y no vivir el cristianismo a la trágala, como si los méritos propios bastaran para tocar el costado abierto. Es a través del misterio acogido en fervor y alegría que se logra erradicar las tendencias a constituirse en vigilante de los demás, en mayordomos con todo los “powers”. Servir conlleva un deleite espiritual, una mirada compasiva que penetra y da vida.
Los que viven el misterio de Cristo se acogen a la misericordia, a dar la mano al más débil y necesitado. No tiene que ver con un complejo de inferioridad, ni con el infantilismo. La mirada compasiva atrae la bendición del Altísimo y es ayuda eficaz para avanzar en la virtud y mantenerse firme en toda circunstancia y adversidad.
Son muchos los que cada domingo, haciendo mil sacrificios, acuden al templo para participar en los sagrados misterios. Los que se han inmolado en sus hogares, dejando todo en las manos de Dios, se cubren de humildad y buena voluntad y se integran al protocolo exigido. Allí, en reverencia y sumisión, cubren sus rostros con deferencia absoluta y dejan constancia de que vale la pena la experiencia cristiana, de que el Señor Jesús camina con ellos.
La fe en Cristo no es una moda, ni un rito vacío ni una filosofía de vida. Conlleva una intimidad real y amorosa, una mirada a la cruz y al misterio de la resurrección. La inmolación de Cristo nos cobija en la medida en que se camina junto a Él, Buen Pastor. En la acogida al prójimo se refuerza la voluntad de amar y de servicio. La libertad personal se abraza a lo justo, verdadero, a la internalización de los porqués de la exigencia cristiana.
La humildad es rechazada por los poderosos y agitadores profesionales que ven en la fuerza un argumento para someter a las personas. Sus argumentos son de dominio, de poder, de sometimiento. Es lo contrario de la cátedra de Jesús que creó un estilo de vida, una manera de resistir al mundo y a sus vanidades.
La pandemia ha develado un cuadro de verdaderos servidores que se visten de la humildad para hacer los milagros que dejan a muchos admirados por el estilo y la sencillez con que manifiestan sus vidas en entrega y devoción. Sin la humildad se cae en el aspaviento, en la duda, en las pretensiones más egoístas.
Es el momento de hacer el examen de conciencia para no excederse en el mero estilo humano de dejar fuera a los que se recuestan del costado de Cristo y están prestos a dar la milla extra. Son verdaderos discípulos del Señor, los que logran el cambio más radical.
P. Efraín Zabala
Editor