El distanciamiento forzado por causa de la pandemia propicia una mirada rápida, casi en ausencia. Estamos acostumbrados a una cercanía vigorosa, a un cara a cara que llegaba hasta el alma. El saludo, cortesía viva, orientaba la conversación, era aperitivo para el comentario jocoso o para el lúgubre. Ojos, voz y gestos, emancipaban la interioridad, se convertían en aliados de la procesión que va por dentro y tiene su porqué de última hora, o de siempre.
La cercanía es aliada de la salud física y mental. En lo profundo del corazón yace la verdad de quien somos, porqué vivimos. El miedo, las preocupaciones, el triunfo que no llega, fluyen por la sangre y rebotan en el amigo, el vecino, el hermano. No se alarga la mano por norma establecida, sino que el estruendo interior quiere manifestarse, encontrar una cordial mirada que cure todo lo malo.
Sobre las penas y el sufrimiento se vierte la dosis de cariño expresado que es medicina y sosiego. Los días tristes, los momentos de fracaso claman por la atención de alguien que sea cirineo, Verónica con su lucidez amorosa. El rostro destila sentimientos, es un arsenal del pensamiento interno que es explosivo y tormentoso. Enjugar una lágrima revive la inocencia, se vuelve a soñar con un mundo paradisíaco.
Mirarnos de lejos es parte de una penitencia colectiva que viene atada a la enfermedad global, a la desobediencia primera. Los virus, los gérmenes, las bacterias, se aglomeran a la vera del camino y se hacen sentir en cualquier momento. La salud, don divino, siente la hincada, se retuerce, desarrolla sus fuerzas mayores.
No se puede vivir en soledad porque se caerá en la desolación más espantosa. El niño alegra al mayor, los ancianos se curan en el fervor de sus nietos, descansan en sus abrazos. Hay diferencias de amor entre un abuelo y un nieto, un esposo y esposa, una hija y su padre. La ternura es una medicina, el ¡ay bendito! como atavío bondadoso subraya una preocupación buena, un deseo de bienestar y alegría.
El ritual de saludo, base para la sinceridad, ha tomado otra dimensión, otra forma por motivos, de salud. No es una forma de escapismo, sino de cuidado y protección. Lo más conveniente es pedir a Dios Todopoderoso que muy pronto todos podamos regresar a la cercanía soñada, al camino que es néctar para cada ocasión.
Lo importante es no defraudar con desprecios o con actitudes misantrópicas. Cada minuto cuenta y el amor cristiano tiene que salir a flote en cada circunstancia. “Al atardecer seremos juzgados de amor” dijo el Santo con categoría de Evangelio. Estar cerca tiene un significado de amparar a las personas en el corazón, de que la preocupación sea constante, repleta de una actitud vital, de una mirada curativa.
Cerca de Ti es una frase, llena de virtud y el deseo de sanar a la humanidad que implora luz, misericordia y salud. Cada día será una oportunidad para saludar, amar y servir a todos.
P. Efraín Zabala
Editor