Amar a Dios sobre todas las cosas, es el mandato principal que Dios da al hombre; no solo bajo la Ley mosaica, sino también como enseñanza de Jesús. Pero inmediatamente igual a este mandato, se encuentra el segundo: Ama a tu prójimo como a ti mismo. (Mt 23, 36-39). La doctrina social de la Iglesia es la respuesta a cómo hemos de vivir, como dicen por ahí, en arroz y habichuelas, estos mandatos.
Amar a Dios es siempre una respuesta al amor de Dios: Él nos amó primero. La realidad trascendente del amor a Dios, nos convierte en imagen de Dios mismo y nos lleva a comprender nuestra dignidad y a reconocer la de cada una de las personas. “Descubriéndose amado por Dios, el hombre comprende la propia dignidad trascendente, aprende a no contentarse consigo mismo y a salir al encuentro del otro en una red de relaciones cada vez más auténticamente humana” (CDSI 3).
“El amor cristiano impulsa a la denuncia, a la propuesta y al compromiso con proyección cultural y social, a una laboriosidad eficaz, que apremia a cuantos sienten en su corazón una sincera preocupación por la suerte del hombre a ofrecer su propia contribución” (CDSI 6). El amor a Dios, demostrado en el amor a todo ser humano, es la punta de lanza de la Doctrina Social de la Iglesia Católica. Como nos dice San Juan en su primera epístola 4, 20: “Si alguien dice yo amo a Dios y no ama a sus hermanos, es un mentiroso. Porque el que no ama a su hermano, al cual ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?”.
En su encíclica Caritas in Veritate (7), el Papa Emérito, Benedicto XVI nos señala: “Amar a alguien es querer su bien y trabajar eficazmente por él. Junto al bien individual, hay un bien relacionado con el vivir social de las personas: el bien común. Es el bien de todos nosotros, formado por individuos, familias y grupos intermedios que se unen en comunidad social”. Construir una sociedad que persiga el bien común, es por tanto una tarea de amor, que debe realizar el cristiano que verdaderamente ama a Dios y respeta sus mandatos. Es en el día a día de la vida social que el mandato del amor se cumple. Trabajar por el bien común es cuidar, por un lado, y utilizar por el otro, ese conjunto de instituciones que estructuran jurídica, civil, política y culturalmente, la vida social” (Caritas in Veritate 7).
El cristiano, no puede auto excluirse de los problemas ecológicos, sociales, económicos y políticos. Su fe exige un compromiso con la verdad, el amor y la justicia, para construir una civilización del amor. La civilización del amor se fundamenta en reconocer a Dios en cada hombre y cada hombre en Dios (CDSI 103). Es en la comunidad de personas que radica la fuerza para construir la sociedad verdaderamente cristiana. La comunidad se convierte en el modelo organizativo de la convivencia y en el estilo de vida cotidiano (CDSI 392). Este concepto implica la participación de todos los miembros, hacia un fin común: su desarrollo auténtico.
En su Mensaje ante la Jornada Mundial de la Paz 2004, San Juan Pablo II expresa: “El cristiano sabe que el Amor es el motivo por el cual Dios entra en relación con el hombre. Es también el amor lo que Él espera como respuesta del hombre. Por eso el amor es la forma más alta y más noble de la relación de los seres humanos entre sí. El amor debe animar pues todos los ámbitos de la vida humana, extendiéndose igualmente al orden internacional. Solo una humanidad en la que reine la civilización del amor podrá garantizar una paz auténtica y verdadera”.
Asumir el llamado a construir una civilización de amor, fundada en el reconocimiento de la dignidad humana, la solidaridad, la participación, la búsqueda del bien común, la primacía organizativa de la comunidad, la paz y la justicia social, es amar verdaderamente a Dios: con toda tu alma, con todo tu corazón, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. La Doctrina Social de la Iglesia nos conmina a asumir esa responsabilidad y a cumplir con ese mandato, el primero de todos: respondamos con un firme compromiso de amor.
Nélida Hernández
Consejo de Acción Social Arquidiocesano
Gracias por este artículo que nos da formas concretas de cumplir el mandamiento del amor, a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia. Dios les siga bendiciendo.