Isaías predice, en la primera lectura, que aquello que aparentemente está muerto, va a tener vida.
Santiago nos dice, en la segunda lectura, que hay que tener paciencia en la espera de la segunda venida del Señor.
San Mateo nos presenta este hermoso pasaje, Juan Bautista está en la cárcel y sabe que va a morir. Ante lo que escucha de Jesús le atacan dudas sobre la mesianidad de Jesús. ¿Qué hace?
El tercer Domingo del Adviento es conocido como Gaudete-Alégrate (del latín Gaudium-Gozo). La alegría viene por la pronta venida del Señor, que tiene que ser para nosotros motivo de alegría. Cada uno de los tres Gaudetes (refiriéndonos a los tres ciclos) tiene una particularidad y la del Gaudete del Ciclo A es que estemos alegres en el momento de la tribulación, porque es en ella donde el Señor se manifiesta.
Cada vez que tratamos con el Profeta Isaías, no podemos olvidar que es el profeta del retorno de Israel, del destierro de Babilonia, a la reconstrucción de Jerusalén. Jerusalén había quedado destrozada por el ejército de Babilonia y lo que daba era pena; los judíos en Babilonia se los comía la depresión. Pero ahora regresan a Jerusalén e Isaías profetiza, a través de las imágenes de la primera lectura de hoy, que Jerusalén será reconstruida, que volverá alzarse más bella que antes y que lo que aparece muerto, el yermo, el desierto, se convertirá en un hermoso jardín.
Todos tenemos situaciones difíciles, problemas, etc., y queremos que Dios resuelva inmediatamente. Pero, tenemos que ser pacientes puesto que el tiempo es de Dios. Santiago Apóstol en su carta dice a los que se desesperan porque Jesús no ha vuelto, que tengamos paciencia que Dios actuará a su tiempo, no al nuestro. La espera y la paciencia por la segunda venida del Señor se puede aplicar en el diario vivir a las distintas situaciones en las cuales nos encontramos.
Para entender la preciosura del pasaje evangélico, hay que entender todos sus detalles. Juan está en la cárcel por condenar el adulterio de Herodes Antipas, sabe que va a morir y poco le importaba puesto que sentía que su labor estaba cumplida con la presentación del Mesías, Jesús. Pero le llegan informes de que Jesús era un pecador cualquiera. Se angustia porque, si él se había equivocado, todo lo que había hecho caería al zafacón, su vida sería una farsa y su muerte sería el peor desperdicio que se podría hacer. Pero el Bautista, como hombre maduro de fe, hace lo que todo cristiano debe hacer: ante la duda, acudir a quien de verdad te puede dar luz, a Cristo. La curiosa contestación de Jesucristo, la de hacer milagros para que se lo contaran a Juan tenía una razón. Tanto Juan como Jesús sabían que el Mesías vendría a “anunciar la Buena Nueva, a dar la luz al ciego, oído al sordo, caminar al cojo, y anunciar el año de gracia del Señor” (Is 61, 1-9, citado por Jesús en Lucas 4, 16-21), y Jesús sabía que Juan lo sabía. Por eso es que realiza los milagros como respuesta, porque estaba seguro que Juan lo comprendería. Cuando estemos en estos momentos de dolor, sufrimiento, duda, acudamos a Jesús como lo hizo Juan. Por haberlo hecho, Juan dio su vida, pero lleno de gozo.
Padre Rafael Méndez Hernández, Ph.D.
Para El Visitante