“Agradezco a Dios que me haya llamado al sacerdocio. Ahora solo espero a que Él me llame cuando quiera”, así definió Mons. Remberto Cruz lo que espera de la vida. Esto luego de que el pasado 4 de febrero cumpliera100 años de vida y en junio celebrará 69 de haber sido ordenado sacerdote en su natal República Dominicana.
P. Remberto como prefiere que lo llamen, recibió a El Visitante en el apartamento que ocupa en el Hogar Nuestra Señora de la Providencia en Puerta de Tierra que ha sido su casa por más de 40 años desde que se retiró luego de haber servido como Rector en la Capilla Santa Ana y Santo Cristo de la Salud, ambas en Viejo San Juan.
Afirmó que nunca antes había concedido una entrevista porque jamás le gustó la publicidad, a pesar de que a lo largo de sus años como clérigo ocupó importantes posiciones jerárquicas dentro de la Iglesia en República Dominicana y Puerto Rico.
De otro lado, en su cuarto solo dos cuadros adornan las paredes, la razón como él mismo relató se debe a que supone que su fin está cerca. No porque tenga alguna condición de salud pues, aunque ya tiene un siglo de vida no padece de ninguna enfermedad, sino que “considerando mi edad y sabiendo que mi hermana murió a los 6 meses después de haber cumplido su centenario de vida, es probable que a mí me pase lo mismo”, sostuvo.
En la privacidad de su cuarto, P. Remberto cuenta con una diminuta sacristía que alberga todos los ornamentos para la celebración de la misa que realiza diariamente para él, en un pequeño altar que dispone para estos fines. Le pido a Dios: “Dame vida, hasta que yo me pueda valer por mí mismo, que pueda celebrar la misa, libre de caídas, libre de pecado y que pueda ayudar a las demás personas y dame las fuerzas necesarias para eso”, aseguró.
Detalló que diariamente se levanta a las 5:00 de la mañana y comienza con el rezo de los Oficios (Liturgia de las horas). Luego reza cuatro rosarios corridos y posteriormente celebra la misa, todo esto antes de ir a desayunar. Luego regresa a su habitación, hace otras oraciones, ve un poco de televisión, camina por el Hogar y comparte con otros residentes.
Sobre el Rosario explicó que reza uno que él mismo hizo con seis misterios en vez de los cinco que usualmente se rezan. En los misterios gozosos, luminosos y dolorosos el quinto misterio él lo añadió: en los gozosos, la Adoración de los Reyes Magos; en los luminosos, El milagro de la multiplicación de los panes; y en los dolorosos, Jesús le deja su madre al discípulo. Aclaró que entonces el quinto misterio original se rueda y pasa a ser el sexto.
Mientras, en los misterios gloriosos; el cuarto misterio es la Dormición de la Virgen María y luego se reza el cuarto y quinto misterio para completar los seis. Compartió que preparó unos folletos con los misterios que él añadió y se los entregó al Arzobispo para que se los llevara al Papa Francisco. “El Santo Padre me envió una carta con un rosario y me escribió que siguiera rezando y que también rezara por él”, enfatizó.
P. Remberto admitió ser una persona muy metódica. Tal vez esa sea la razón principal para que tenga todo el ajuar que quiere que le pongan el día que deje este mundo. En una bolsa como en las que se colocan trajes de fiesta hay un pantalón, camisa, sotana, roquete tejido, estola sacerdotal con la imagen de la Virgen de la Altagracia pintada y el birrete o boneta negra con la bola morada, que le dieron al nombrarlo Monseñor en su país. Indicó que sus pies estarán descalzos porque es terciario franciscano.
Informó que “no quiero que me velen en la Funeraria, prefiero que lo hagan en un salón del Hogar, porque si me llevan a la Funeraria tal vez nadie irá a verme”. Luego que le celebren una misa y lo entierren en la rotonda familiar del Cementerio Porta Coeli.
De otra parte, al preguntar qué come para disfrutar de una buena salud a su edad, manifestó que no consume carnes porque desde pequeño no le gustan. “Antes comía pechuga, pero ahora parecen de elefantes de lo grande que son y prefiero no comerlas. Como en pequeñas cantidades”, comentó. Sin embargo, reconoció que le encantan los dulces siendo los bizcochos y el mantecado lo que más disfruta.
Finalmente, P. Remberto expresó que está “muy agradecido de Dios por la vocación que me dio y nunca me he sentido desanimado de haber sido sacerdote”.