En el tiempo de Cuaresma se recomienda hacer ejercicios espirituales, el Vía Crucis es uno de ellos. A continuación, un formato que le puede servir.
Ofrecimiento:
Aquí vengo, Jesús mío, a recorrer contigo tu camino doloroso. Quiero descubrir en cada paso un rasgo de tu amor, para saber cómo debo amarte. Quiero recoger amorosamente tus sudores, tus esfuerzos, tus quejidos, tus lágrimas, para guardarlos en mi corazón, y recordarlos con frecuencia y vivirlos.
Quiero asistir a tu muerte, para aprender a dar mi vida por Ti. Quiero ver cómo llevas tu cruz, para aprender a llevar la mía; y, quiero ver, sobre todo, qué es amar, de verdad, para corresponderte.
Primera estación:
Jesús es sentenciado a muerte
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Yo he dado, Señor, sentencia de muerte contra Ti para que mueras por mí. ¡Oh Jesús!, da Tú sentencia de muerte contra mí, para que, con Tú gracia, yo de amor muera por Ti.
(Padre nuestro, Ave María y Gloria)
Segunda estación:
Jesús carga con la cruz
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Nudosa y pesada, labrada con mis pecados, es la cruz que has abrazado por mi amor. La que Tú por pura misericordia, has preparado para mí, por áspera y pesada que sea ¿no la abrazaré yo por tu amor?
(Padre nuestro, Ave María y Gloria)
Tercera estación:
Jesús cae por primera vez
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Señor, ¿Tú caído en el suelo…? ¡Quieres, pero no puedes…! ¡Me amas más allá de los límites de tus fuerzas. Señor, aunque me falten las fuerzas y mi flaqueza se resista, que mi corazón siga queriéndote, y que yo nunca diga “no puedo”.
(Padre nuestro, Ave María y Gloria)
Cuarta estación:
Jesús se encuentra con su Santísima Madre
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
La compasiva mirada de tu Madre es bálsamo que endulza la terrible amargura de tu corazón, que sufre el peso de la Cruz y de la ingratitud. Que tu maternal mirada, Madre mía, no me falte en el doloroso vía crucis de mi vida y de mi muerte.
(Padre nuestro, Ave María y Gloria)
Quinta estación:
Jesús es ayudado por el Cirineo
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Señor, ya no puedes más, más pesan mis pecados que las fuerzas que te restan; morirás, si no te apoyas en un Cirineo.
¡Oh buen Jesús! Mayor que el de mis cabellos es el número de mis pecados. No puedo, Señor, con esta carga tan pesada; déjame que lo descargue en Ti; sé Tú mi buen Cirineo.
(Padre nuestro, Ave María y Gloria)
Sexta estación:
La Verónica enjuga el rostro de Jesús
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
¡Qué necesitado estabas, Jesús!, ¡qué favor tan oportuno el de la Verónica!, ¡y qué bien se lo pagaste!
¡Qué necesitado estás también ahora, Señor! ¡Cómo te escupe el mundo sensual y blasfemo…! ¿Dónde están las intrépidas Verónicas…?
(Padre nuestro, Ave María y Gloria)
Séptima estación:
Jesús cae por segunda vez
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Fuera de los muros de la ciudad, arrojado como inmunda basura, te veo, Señor.
A los tuyos viniste, y los tuyos no quisieron recibirte. ¡Oh!, también llamaste a mi puerta, y yo ¡ingrata! te la cerré.
¡Basta de ingratitudes! Ven, Jesús, y haz que sea yo casa siempre cerrada al mundo y siempre abierta a Ti.
(Padre nuestro, Ave María y Gloria)
Octava estación:
Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Señor, las mujeres de Jerusalén te lloran… ¡Qué poco saben que por ellas lloras Tú lágrimas de sangre.
Llorando por mí, me enseñaste a llorar por Ti y por mí. ¡Oh! ¡Todo un Dios ha llorado por mí! Que sus lágrimas me purifiquen y me rediman.
Señor, pequé, ten misericordia de mí y de todos los pecadores. (Padre nuestro, Ave María y Gloria)
Novena estación:
Jesús cae por tercera vez
Adorémoste, Cristo, y bendecímoste, que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Tres veces te aplasta la Cruz; tres veces te derriban mis pecados, Señor, y yo sigo insensible.
Cae el pecador, ya no me extraña; cae el cristiano, se explica también, ¡es tan débil y flojo…! Pero… ¡que yo caiga, y repetidas veces caiga…!
(Padre nuestro, Ave María y Gloria)
Décima estación:
Jesús es despojado de sus vestiduras
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Púrpura de sangre cubre tu cuerpo, al quedarte desnudo ante un pueblo insolente… ¡Oh, si los inmodestos y escandalosos te conociesen!
Si mis faltas de pudor te arrancaron la túnica virginal, con mi pureza y modestia te vestiré, Señor.
(Padre nuestro, Ave María y Gloria)
Décimo primera estación:
Jesús clavado en la Cruz
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
¡Cuán duro es alma mía, el lecho donde te espera clavado tu esposo…!
Y ¿querrás tú ser esposa, regalándote en delicias, entregada a la comodidad y viviendo en placeres…?
¡Señor, en el mismo lecho, en la misma Cruz los dos…!
(Padre nuestro, Ave María y Gloria)
Décimo segunda estación:
Jesús muere en la Cruz
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Perdonando y amando, Jesús mío, hasta el fin, hasta lo imposible, hasta lo infinito, mueres en la cruz entre crueles dolores, con el pensamiento y el Corazón en mí.
Señor, ¿sabré yo perdonar, sabré yo amar, sabré yo sufrir y morir con el pensamiento y el corazón en Ti?
(Padre nuestro, Ave María y Gloria)
Décimo tercera estación:
Jesús en brazos de su Santísima Madre
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
La Hostia inmolada en el Ara de la Cruz desciende a los brazos purísimos de su Madre, para volver a inmolarse en el Ara de su Corazón Virginal.
Haz, Señor, haz, Madre mía, que mi corazón sea un nuevo altar, para inmolarme a mí misma en sacrificio por Ti, e inmolarte a Ti, divino Cordero, por mí.
(Padre nuestro, Ave María y Gloria)
Décimo cuarta estación:
Jesús es sepultado
Te adoramos Cristo, y te bendecimos, que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Santo Sepulcro, donde la muerte de Cristo dio muerte a la muerte y al pecado, y donde la Resurrección dio vida divina al mundo.
¡Oh Señor!, que en mi sepulcro, mi muerte sea muerte de todos mis pecados y mi resurrección sea principio de vida eterna en la gloria.
(Padre nuestro, Ave María y Gloria)
Oración final
¡Gracias, Jesús, por el gran beneficio que me has hecho, dejándome acompañarte en tu camino doloroso!
¡Qué sublimes lecciones de amor hemos aprendido! Que no sean en vano, Jesús mío.
Quiero guardar y llevar siempre sobre mi pecho tu Crucifijo, como recuerdo de tus dolores y de tus amores. Si alguna vez quisiera ofenderte, recuérdame tu camino doloroso para que me decida a vencer; que yo sepa luchar y morir por Ti, como Tú has sabido luchar y morir por mí; y que conserve y mantenga por amor tuyo, porque así Tú lo quieres y en recuerdo de tu Pasión y Muerte.
(Padre nuestro, Ave María y Gloria por las intenciones del Sumo Pontífice para ganar las indulgencias).
(Fuente: Instituto Secular Alianza en Jesús por María)