San Sabas de Capadocia fue uno de los monjes más famosos de la antigüedad. Vivió sobre todo en Palestina a mediados del siglo V y se dedicó a la vida de oración, meditación y dirección espiritual.
El principal de sus monasterios, la Gran Laura de San Sabas, llamado así en su honor, se encuentra a unos 16 kilómetros de Jerusalén cerca del Mar Muerto y es uno de los tres monasterios más antiguos que existen en el mundo.
En aquel lugar San Sabas llegó a ser maestro de varios monjes entre los cuales destacan cinco santos: San Juan Damasceno, San Afrodisio, San Teófanes de Nicea, San Cosme de Majuma y San Teodoro de Edesa.
Cuando tenía ocho años sufrió el desprecio de sus parientes y por tal motivo decidió retirarse a un monasterio. Tras pasar varios años como monje ejemplar en su tierra, decidió partir a Jerusalén para aprender de la santidad con los monjes de ese país.
Se dedicó a una vida llena de oración y penitencia. Trabajaba diez horas al día, hacía canastos y los vendía para poder llevar alimentos a los más ancianos y débiles.
El santo pasó cuatro años seguidos en el desierto sin hablar con nadie. Luego empezaron a llegar monjes a pedirle que los dirigiera hacia la santidad a lo que el santo accedió.
Llegó a tener 150 monjes cerca del Mar Muerto, y cuando tuvo 50 años fue ordenado sacerdote por el Arzobispo de Jerusalén, y nombrado jefe de todos los monjes de Tierra Santa. Con la herencia que le dejaron sus padres construyó dos hospitales.
Murió el 5 de diciembre del año 532 a los 94 años de edad.
(ACI/Prensa)