La primera lectura es sencillamente deliciosa. Es la profecía de Miqueas que de Belén saldrá el Mesías que salvará a todos los pueblos de la Tierra. ¿Por qué la importancia de que sea en Belén, la más pequeña de Judá? Porque esta es la ciudad de origen del Rey David, para así indicar Miqueas que el Mesías es descendiente de David.

El misterioso autor de la Carta a los Hebreos nos presenta un principio cristológico: Jesucristo toma carne como nosotros, para así poder sufrir e incluso ser capaz de morir por nuestra salvación. Precisamente es eso lo que celebramos en Navidad.

El pasaje evangélico no requiere de presentación. La Visitación es uno de esos pasajes que nosotros los católicos lo conocemos de corazón. Nos sirve como preámbulo de la Navidad que celebraremos en unos días.

Nosotros los católicos le tenemos un gran cariño al domingo del Gaudete con su color rosado y su mensaje de alegría. Sin embargo, el más hermoso de los domingos adventosos es el 4to Domingo de Adviento, el Domingo de la Virgen.  Ya la primera lectura nos pone en sintonía acerca de la Navidad que ya tenemos encima. Por otro lado, la lectura de la Carta a los Hebreos nos lleva a profundizar acerca de la celebración que estamos a punto de celebrar. Este mensaje del Autor de la Carta a los Hebreos es muy importante, porque corremos el riesgo de banalizar la Navidad, reduciéndola a un periodo de festejos, regalos materiales, y no nos adentramos al misterio que nosotros los cristianos celebramos. Una de las razones de ser del Adviento es el llamado a la comprensión del misterio de salvación.

¿Qué mejor forma de terminar el Adviento y adentrarnos a la Navidad con los últimos episodios previos al nacimiento del Redentor? La Visitación no puede ser mejor foro. Una vez el Ángel Gabriel abandona a María, ella se encuentra sola, sin saber qué hacer con la noticia. Pero, al analizar el mensaje de Gabriel, María se da cuenta que su prima era la única que le podía creer y con la cual podía encontrar solidaridad en este momento tremebundo. Y de hecho, antes de que María abriese la boca, ya Isabel sabía la gran noticia que María tenía. Y tú, ¿te atreves ser portador de la buena noticia de que tenemos a un Mesías que nos salva?

P. Rafael Méndez

Para El Visitante

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