El mundo moderno se ha caracterizado por exaltar los derechos de los individuos, por sobre los deberes a la sociedad. El ideal de vida de las personas es pensar y obrar con independencia de los demás, sin sujetarse a normas de conducta. Esta forma de valorar la relación entre la sociedad y la persona se conoce como individualismo.  Los intereses individuales se consideran más importantes que los del grupo.  En contraposición al individualismo se encuentra el colectivismo. Este último es un punto de vista político y social que enfatiza la unidad de grupos sociales, poniendo primero al grupo antes que al individuo. La idea del colectivismo es que las necesidades del grupo prevalezcan sobre las de cada persona.

El individualismo promueve la empresa con fines de lucro, mientras el colectivismo promueve el desarrollo cooperativista y la creación del tercer sector. Con respecto a organizaciones sociales, la familia y las iglesias se orientan al punto de vista colectivista. El individualismo mantiene como premisa que es el sacrificio y esfuerzo personal, el que permite lograr el desarrollo de la persona. Los colectivistas entienden que es el esfuerzo colectivo y la unidad de propósito lo que permiten el pleno desarrollo humano. La tendencia de una sociedad hacia uno de estos puntos de vista, depende mucho de valores culturales. En general, el mundo occidental se orienta hacia el individualismo y muchas sociedades orientales fomentan el colectivismo.

Desde el punto de vista cristiano, el ser humano tiene un valor primario: la dignidad de cada persona es trascendente. Cada individuo merece el respeto de su propia dignidad, por ser imagen de Dios.  Sin embargo, la plena realización del hombre se logra en la comunión con otros. Leemos en el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia que: “cuando la Iglesia cumple su misión de anunciar el Evangelio, enseña al hombre, en nombre de Cristo, su dignidad propia y su vocación a la comunión de la persona; y les descubre las exigencias de la justicia y la paz, de acuerdo a la sabiduría divina”. 

En una sociedad totalmente individualista no existe un concepto de justicia, ni se establecen condiciones para la paz. Por otro lado, una sociedad que no reconozca la libertad personal lleva en sí misma la semilla de la infelicidad.  La justa proporción entre ambos puntos de vista es necesaria para lograr el pleno desarrollo humano. Los valores presentados por la Doctrina Social de la Iglesia (justicia, libertad, verdad, amor y paz) solo pueden ser alcanzados, cuando podemos discernir y balancear entre los intereses personales y colectivos. Una forma de lograrlo es mediante la solidaridad, que demuestra la capacidad para trascender el yo y pensar en el nosotros. La búsqueda del bien común se convierte también en un empeño por balancear los intereses del yo y del nosotros. 

Las enseñanzas de Cristo y su predicación valoran tanto al individuo como al colectivo. Su doctrina nos ofrece una perspectiva distinta.  En la Primera Carta a los Corintios (12) los cristianos somos llamados a ser, como Iglesia, el cuerpo de Cristo. Como miembros de un mismo cuerpo, cada uno tiene su propio valor, pero sin los otros miembros, no podemos constituirnos en cuerpo. La lucha entre el yo y el nosotros se contrabalancea, cuando escuchamos el llamado al Amor, que vive en el mensaje cristiano.  

El mensaje individualista plantea un gran reto para el cristianismo, porque la predominancia de los intereses individuales pierde de perspectiva la exigencia de responder a las necesidades de los otros e incluso se pierde el sentido de responsabilidad hacia las sociedades futuras. El individualismo respalda el relativismo moral, desvaloriza la protección del ambiente, pone énfasis en el hoy y nos puede alejar de los ideales de la caridad cristiana. Es un camino que nos aleja del ideal cristiano. En una audiencia privada con los miembros de la Fundación Centesimus Annus Pro Pontifice, el Papa Francisco subrayó que la solidaridad, la cooperación y la responsabilidad son “las tres piedras angulares de la Doctrina Social de la Iglesia”, que ve a la persona humana, “como la cumbre de la creación y el centro del orden social, económico y político”, combatiendo así el individualismo y promoviendo el bien común.

(Puede enviar su comentario al correo electrónico: casa.doctrinasocial@gmail.com)

Nélida Hernández

Consejo de Acción Social Arquidiocesano

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