Humacao. En un ambiente acogedor, que invita a la reflexión y conexión con la madre naturaleza, lejos del bullicio de la ciudad, se encuentra en Humacao la Abadía de los Padres Benedictinos. Hasta allí nos trasladamos para entrevistar a P. Ignacio Aguirre, OSB, Monje Benedictino a quien la Concatedral Dulce Nombre de Jesús de Humacao y la Diócesis de El Yunque, que pastorea S.E.R. Mons. Eusebio Ramos Morales, Obispo, le dedican el Vigésimo Tercer Festival Comunitario.
Son muchos los años de servicio y entrega pastoral que ha aportado Padre Ignacio, quien a pesar de su enfermedad de Crohn, no ha limitado en lo absoluto ejercer su ministerio sacerdotal con pasión y alegría, llevando fe y esperanza a la feligresía. A sus 86 años, tiene la energía y la fuerza espiritual de un joven que vive su sacerdocio como el primer día.
Padre Ignacio Aguirre nació en España el 27 de marzo de 1929 en un pueblo de alrededor de tres mil habitantes llamado Ataún, que contaba con tres parroquias. “Todo fue muy fuerte en la infancia en medio de dos guerras y una post guerra. Ante ese escenario bélico, nos salvaba que vivíamos en medio de una granja y de cultivos, por lo que nunca faltó la comida”, señaló.
Dentro de ese ambiente de pobreza, da inicio su educación primaria, a los 7 años, y también la catequesis en preparación al Sacramento de la Primera Comunión. Destacó que, al estar rodeado de tantos sacerdotes y una humilde mujer de nombre Inés, recibió la formación catequética. Con esa formación, comenzó a trabajar el Señor en él, la inquietud del sacerdocio. Mientras conversaba, su rostro irradiaba al narrar cómo comenzó esta aventura vocacional. “Éramos unos chiquillos. Eran juegos en los que la inocencia se apoderaba de nuestros corazones, imitando a los sacerdotes. A la edad de 9 años, ese deseo aumentó en mi interior, en una escuela rural donde la única maestra que enseñaba todas las materias me inspiró, por su servicio y entrega, a optar por ser sacerdote”, subrayó.
Explicó que el ambiente escolar se tornó uno religioso, ya que sacerdotes visitaban la escuela en promoción vocacional. Recibió su primera promoción vocacional por los religiosos Franciscanos, lo cual le entusiasmo, pero los Benedictinos se acercaron él y lo convencieron. De ahí se da oficialmente su entrada al monasterio en enero de 1940, al Seminario Menor, al cumplir la edad de 11 años, donde fue formándose junto a otros jovencitos.
Padre Aguirre destacó que le llamó la atención el testimonio y el comportamiento de los sacerdotes por el celo al sacerdocio, que lo impulsó a definir su vocación. En el año 1947, ya terminando el noviciado, profesó sus votos simples y en el 1951 profesó los votos solemnes. Su ordenación sacerdotal fue el 28 de febrero de 1953 en el Seminario Mayor de la Ciudad de Pamplona, España. Sus primeros servicios como sacerdote fueron en las comunidades más pobres de aquel entorno.
A raíz de una petición del Padre Javier Subini, párroco de Yabucoa, y con la aprobación del P. Erick, el 16 de abril 1969 llega a la Abadía en Humacao. Fue asignado a la Parroquia Santos Ángeles Custodios en Yabucoa, en ese entonces pastoreada por los Monjes Benedictinos. Padre Ignacio indicó que durante 5 años estuvo realizando trabajos pastorales, visitas a enfermos y organizando comunidades. Luego le tocó la encomienda de trabajar directamente con la Juventud Acción Católica y los grupos de Cursillos de Cristiandad. Según él, su mayor reto fue la organización de estos grupos y los trabajos comunitarios.
Padre Ignacio dio el paso formal de filiación a la Comunidad de San Antonio Abad en Humacao, que corresponde a la Orden aquí en Puerto Rico, el 13 de mayo de 1988. Desde allí, hasta la actualidad ha visto a cientos de personas, a quienes describió como gente humilde y sencilla. “En Humacao y Yabucoa, la feligresía me ha permitido tener mayor cercanía. La comprensión y el acompañamiento han sido los elementos que han fortalecido mi servicio como sacerdote. Seguir el ejemplo de la misión de Cristo Buen Pastor, es una tarea que requiere dinamismo, eficacia y un sentido de pertenencia del ministerio”, comentó.
A manera de exhortación a sus hermanos monjes, sacerdotes y obispos les dice: “No podemos trabajar solos, mejor unidos, así nuestra labor es más eficaz. La aceptación sencilla de nuestra gente debe ser consecuente, y aprender a ser corregidos por ellos es importante. Cuando ven a un sacerdote haciendo el bien por la Iglesia, la gente responde, y esto me ha ayudado a vivir con plenitud este ministerio”.
Haciendo una breve reflexión comparando al Puerto Rico que encontró a su llegada con el de hoy, expresó: “En ese momento la mayor parte de los sacerdotes eran extranjeros, muchos americanos, italianos o franceses y otra gran parte españoles. Era un momento histórico, había un convencimiento grande que no dificultaba la vocación sacerdotal en la Isla. En aquel entonces, los jóvenes eran más cercanos y no había problemas de aceptación, trabajaban mano a mano con una admiración hacia el sacerdote. Lamentablemente hoy día, es totalmente distinto. Ya los jóvenes no se acercan, sus afanes y vidas van encaminadas a un mundo de consumo, pero aún así se continúa trabajando.
Recuerda con mucho cariño sus primeras comunidades humacaeñas, comenzando en Mariana y después en el Bo. Junquito. Su servicio pastoral lo llevó a trabajar en las comunidades de Pasto Viejo, Ciudad Cristiana, Buzó y Antón Ruíz. Finalmente Padre Ignacio, dentro de sus muchas contribuciones a la Iglesia, mencionó la construcción de capillas, entre ellas Santa Rosa de Lima ubicada en el Bo. Mariana la cual fue uno de sus grandes logros.
Gracias, Padre Ignacio Aguirre por toda tu entrega y sacrificios en nuestras comunidades y barrios de Humacao.
(José Velázquez)