Celebramos la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, solemnidad que siempre celebramos en el último domingo del año litúrgico. Ella es una especie de anticipo de ese gran último día que esperamos, donde vendrán el Cielo y la Tierra nueva (cf. Ap 21, 1), donde Dios Padre será todo en todos por medio de su Hijo Jesucristo (cf. 1Co 15, 28). Esta solemnidad nos invita a profundizar en la segunda petición del Padre Nuestro: “Venga a nosotros tu reino.” Dirá San Agustín sobre esta segunda petición que lo que pedimos es que crezca nuestro deseo de que este reino llegue a nosotros y de que nosotros podamos reinar en él, pues el reino de Dios vendrá ciertamente, lo queramos o no. ¿Deseamos que el reino de Dios se haga plena realidad en nosotros? Vivimos en medio de tremendas crisis sociales, económicas, políticas… por lo que nos debe hacer urgente e imperativo el rogar con insistencia que el reino de Dios manifestado en su Hijo, reino que -como decimos en el Credo de los Apóstoles- “no tendrá fin”, que llegue en su totalidad hasta nosotros. Le pedimos al Señor que el deseo de la consumación de ese reino crezca en nosotros y que ese reino llegue ya.
Santa Teresa de Jesús nos recuerda que, con la llegada definitiva de tan deseado reino de Cristo, habrá realmente un mundo nuevo: El gran bien que me parece a mí hay en el reino del Cielo, con otros muchos, es ya no tener cuenta con cosa de la tierra, sino un sosiego y gloria en sí mismos, un alegrarse de que se alegren todos, una paz perpetua, una satisfacción grande en sí mismos, que les viene de ver que todos santifican y alaban al Seños y bendicen su nombre… Qué gran dicha el incrementar en nosotros el deseo de que “venga a nosotros (su) reino”, reino que, como nos dice el Señor, está dentro de nosotros (Lc 17, 21), pues por ese deseo estaremos más preparados para recibir al Señor cuando venga “con gloria para juzgar a vivos y muertos” e instaure de manera definitiva y total su reino. Pero no se trata de solo desear, sino también actuar y trabajar, “mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo”. Hacemos presente el reino de Cristo Dios construyendo un Puerto Rico mejor desde lo más simple hasta lo más complejo, comenzando por nosotros mismos, dejando de mirar la paja del otro y mirar la viga del nuestro (cf. Mt 7, 3), huyendo de la murmuración y del chisme (que tanto daño hacen), fomentando el respeto entre nosotros: en el hogar, en la carretera, en el trabajo… Fomentando las virtudes, siendo mejores personas, siendo mejores ciudadanos y siendo mejores cristianos, vamos haciendo presente ese reino que no tendrá fin, pero que ya está dentro de nosotros y que hemos de exteriorizar. El hacer presente el reino de Dios es como ir convirtiendo esta tierra en un anticipo del Cielo eterno, un preámbulo.
Preámbulo imperfecto y muy limitado, pero que nos dispondrá para aquello que Dios ha preparado para los que le aman (1Co 9), lo que ni el ojo vio ni el oído oyó (Ib). Todos le aman, y la misma alma no entiende otra cosa sino en amarle, ni puede dejarle de amar, porque le conoce: esto dice Santa Teresa sobre ese mundo nuevo que vendrá cuando el reino del Señor venga. … Así le amaríamos acá, aunque no en esa perfección… más muy de otra manera le amaríamos los que le amamos, si le conociésemos: nuestra vida en esta Tierra, es imperfecta, pero no por eso estamos exentos de trabajar para que el reino de Jesús llegue hasta nosotros.
Siendo mejores cristianos, procurando conocer y amar más a Jesús, haciéndolo todo por Él, con Él y en Él -¡tremendo reto!- vamos haciendo vida en nuestra vida el reino glorioso de Cristo Jesús. ■
P. Miguel A. Trinidad Fonseca
Para El Visitante