Dios hizo al hombre para ser feliz y un elemento vital para esa felicidad es la libertad que es coartada por cada uno de los siete pecados capitales. En este caso la lujuria, desorden excesivo por el placer sexual, desvirtúa la sexualidad y esclaviza al ser. La miopía del exceso y las ideas desvirtuadas sobre la sexualidad encierran la libertad tras los barrotes del libertinaje.
Sobre el tema, P. Roberto Martínez, OFM Cap., citó los documentos eclesiales para explicar que la lujuria es un goce desordenado de los placeres sexuales, un mal uso o práctica de los placeres sensuales. Cierto es que, como mencionó, Dios creó la sexualidad fuerte para garantizar la sobrevivencia de la especie humana. No obstante, distorsionar la sexualidad puede tener serias implicaciones.
“El problema con la lujuria es el mismo problema que con los otros pecados capitales, es la concupiscencia, esa tendencia del ser humano al exceso; a esto no está exento los placeres sexuales”, detalló. El fraile explicó que vivimos en una sociedad “un poco esquizofrénica” porque por un lado el acoso sexual se combate, se anhela erradicar y denunciar, y por otro lado se glorifica y maximiza el sexo en medios de comunicación, mercadeo y campañas publicitarias con el fin del lucro. Esto bajo el canon de mercadeo implícito y explícito que el sexo vende. “Es constante el uso de mensajes sexuales para vender productos en la televisión y demás medios de comunicación”, afirmó. Este constante bombardeo no tan escandaloso y socialmente aceptado tiene sus repercusiones en los matrimonios y familias que luego se ven fragmentados ya que estos mensajes sexuales “invitan a la lujuria”.
Sexualidad socialmente comprada
Recientemente se celebró la Semana de la Mujer que trata el tema de una mayor igualdad. Sin embargo, no existe el mismo ánimo para defender la dignidad de la sexualidad de la mujer en los medios de comunicación, certámenes de belleza, en la publicidad y el mercadeo donde se degradada la mujer a un ícono sexual que atrapa a consumidores y consumidoras. “Eso es casi un dogma indiscutible en el campo del mercadeo y publicidad. Nadie lo discute abiertamente, pero solo hay que ver los medios para apreciar la explotación y el uso de la mujer en distintas esferas. Esto es una reducción de lo que es la mujer”, resaltó P. Roberto. Se olvida que la mujer posee el don divino de la maternidad y una dignidad sagrada.
Lujuria, proveniente de la palabra en latín luxus (que significa abundancia o exuberancia), no es muy nombrada socialmente. No obstante, sus derivados (por ser pecado capital) sí son muy conocidos: la infidelidad, la prostitución, la fornicación, el incesto, la masturbación, la necrofilia, la sodomía, la pedofilia, el bestialismo, unos más recientes ligados a la tecnología como el sexting y la pornografía, otros asociados a la violencia como la violación, la explotación sexual y el acoso sexual, etcétera. Todos asociados a delitos, actos repudiables, distorsión de la realidad o causales de rupturas de matrimonios o traumas psicológicos.
Temple, casto y liberto
Para comprender más sobre el pecado que también infringe el sexto mandamiento No cometerás actos impuros, el Catecismo de la Iglesia Católica orienta: “Corresponde a cada uno, hombre y mujer, reconocer y aceptar su identidad sexual. La diferencia y complementariedad físicas, morales y espirituales, están orientadas a los bienes del matrimonio y al desarrollo de la vida familiar” (2331).
Para vivir la vocación a la que se está llamado y contrarrestar la lujuria, las herramientas para edificar esa libertad son las virtudes de la castidad y la templanza. La templanza es la virtud cardinal que modera la tracción de los placeres y procura el equilibrio, el dominio de los instintos y aplacar los deseos, según el Catecismo núm. 1809. De la templanza brota la virtud moral de la castidad, que significa “la integración lograda de la sexualidad en la persona” (2337) e “implica un dominio de sí” (2339). El proceso de controlar las pasiones durará toda la vida.
La pereza y ocio son los enemigos el alma, dijo el fraile capuchino en alusión a enseñanzas antiguas de monjes benedictinos como ora et labora (ora y trabaja). “El equilibrio es muy importante y la lujuria es un desequilibrio. Lo importante es tener la mirada fija en Jesús”. Sostuvo que las virtudes de la fortaleza y la templanza serán necesarias para controlar los impulsos de la sexualidad; además de un equilibrio en la vida como en el trabajo, el descanso, la alegría, el ejercicio, la alimentación y otros.
¿Castidad o celibato?
Fray Roberto definió la castidad de una manera muy simple: el recto uso de la sexualidad. “Se confunde el celibato con la castidad. Son dos cosas distintas. Tanto tiene que ser casto el célibe como el casado o el soltero, porque todos estamos llamados a usar nuestra sexualidad de manera recta y correcta. Esto es importante porque queremos ser felices y el problema con la lujuria es que nos hace esclavos y lo que nos domina nos quita la libertad. Dios nos quiere libres para ser felices”, finalizó.