“Dos gardenias para tí, con ellas quiero decir, te quiero, te adoro”. Así comienza una hermosa canción de amor… Pero el papa Francisco en varias ocasiones, y hablando a los matrimonios, ha expresado que en esta relación hay tres palabras que necesitan usarse continuamente: “Gracias, Permiso, Perdón”. Le parece que son palabras, o conceptos que, como la grasa del motor, logran que este camine sin chirridos o tranque. Así la relación de la pareja…
Lo difícil de estar casados es que se decide uno a compartir vida con una persona diferente a mí, y esto sin límites. Se convive para compartir toda mi vida. Eso abarca mucho. Por eso habrá muchas ocasiones en que los quereres, gustos, o propósitos de cada persona entrarán en choque o en conflicto: él quiere salir y ella quedarse en casa, él quiere dormir y ella que se limpie la casa… La solución siempre será el diálogo para llegar a acuerdos y entender qué posibilidades del otro pueden coordinarse con lo mío. Y en ese conversatorio (la palabra está de moda) entran las tres palabras del papa.
“Gracias” es palabra que reconoce la aportación del otro a nuestro conjunto. Es palabra de ánimo y apoyo a lo que la otra persona está logrando para los dos. No es la palabra dolorosa “tienes que”, sino la que agradece y ve como regalo lo que el otro logra u ofrece. Es reconocimiento de su bondad y de que lo está logrando. Es animar, recompensar, hacer sentir bien al que puso su esfuerzo en una comida especial, en quitarme el peso de algo molesto para mí, en hacerme saber lo que me aprecia y lo que aporta para mi bienestar. No lo hace como obligación, lo que sucede en el contrato de patrono y obrero. El patrono no necesariamente le dice gracias al obrero que empañetó la pared. Es su obligación. No así en la relación matrimonial: lo obligatorio no entra, el corazón sí.
“¿Puedo, puedes?” No es que le pida permiso, como un menor, a mi esposa o esposa. Somos libres. No estamos viviendo un contrato a cumplirse en un mes y si no me multan. El esposo no pide permiso para ir un rato con unos amigos. El esposo le informa lo que piensa, reconociendo que ella debe estar informada, e incluso recordarme la conveniencia o no de esa salida. Nos pedimos mutuamente un favor; por eso “¿puedes?” No imponemos una obligación. San Ignacio hablando a sus seguidores reconoce que no deberían imponerse normas de conducta sino solo “la interior ley de la caridad y amor”. Así el ‘¿puedo?’’ de la pareja. El imponer mi gusto o mi decisión, simplemente porque ‘yo soy el que mando’, termina en ese machismo hoy día más deplorado. O en el ‘hembrismo’, que sería la imitación de los defectos del hombre por parte de la mujer.
“Perdón” es la palabra que tristemente puede aparecer con frecuencia en la pareja, porque ninguno de los dos ha sido canonizado, ni han llegado a la perfección humana. Por debilidad o por ignorancia voy a cometer errores, omisiones, explosión de rabia, desplome de vagancia, vocabulario mal sonante… Si somos realistas Perdón es palabra que se escucharía en el hogar todos los días.
Son tres palabras. Mucho mejor que dos gardenias. Cuestan menos en dinero, pero si en voluntad de mejorar la relación.
P. Jorge Ambert, S.J.
Para El Visitante