La religiosa dominica de Fátima que ha se ha hecho sentir en el programa Master Chef Latino que se transmite por la cadena Telemundo, Sor Juliana Cruz Santana, O.P., relató a El Visitante su experiencia en la alta cocina desde los estudios de televisión junto a más de 50 participantes.

“Cuando comenzó la competencia estaba un poquito temerosa. En un principio pidieron hacer guacamole y en nuestra Isla comemos el aguacate solo. Le pregunté a los compañeros, me explicaron que se le echaba un poco de cebolla, limón, pique y el que cocina sabe sus medidas. Cuando les gustó pensé, lo logré”, dijo Sor Juliana, natural del pueblo de Las Piedras y directora del Instituto de Desarrollo Integral del Individuo, la Familia y la Comunidad (IDIFCO) en la comunidad de las Indieras en Maricao.

Entró a la competencia en las semanas posteriores al paso del huracán María por Puerto Rico. Con su corazón en Las Indieras partió con la promesa de que la congregación estaría al pendiente de su comunidad y con la intención de evangelizar con su presencia en el programa. “Afuera, en la competencia, vas a poder hacer más”, le dijeron sus hermanas.

El primer día de la competencia llegó en la madrugada para iniciar a las 7:00 de la mañana a cocinar, sin dormir. El grupo llevaba 2 semanas de práctica con sus respectivos menús. Sor Juliana hizo su platillo favorito, el que ha practicado por décadas desde niña y el que une a todas las cocinas puertorriqueñas: arroz con gandules. “Ese es el menú que nos representa, nuestra identidad en la cocina”, sostuvo sobre el plato al que le añadió un lomo de cerdo. Su anhelo constante fue representar los sabores y olores exquisitos de la comida boricua.

Ante la pregunta obligatoria de cuál es el ingrediente secreto en la cocina, contestó luego de reír: “El mejor ingrediente, el secreto, es cocinar con mucho amor. Algunos me dicen: ‘Sor, le hecho lo mismo que usted y sabe diferente’. Pero, hay que poner todo el corazón. Se debe integrar la vida espiritual en la cocina y la oración a los quehaceres diarios; así lo ordinario se convierte en extraordinario. Si lo haces con amor, lo sencillo se convierte en una experiencia exquisita”.

De la competencia desde ya aprendió a compartir con personas de distintas culturas con tanta riqueza. Así, se impuso varios objetivos: (1) evangelizar con su testimonio y con su presencia, incluso desde el silencio y en todo momento dentro del nuevo método de la competencia televisada; y (2) proyectar al mundo entero la vigencia y pertinencia de la vida religiosa en la que una mujer puede realizarse y ser feliz.

Acepta que cada vez que podía le echaba la bendición a los productores y compañeros y recibía muchos pedidos de oración. “El equipo respetaba mucho las cosas de Dios y respetaban la figura de la monja. Me pedían la bendición y que orara por ellos”, mencionó. En el apartamento donde dormía se llevó material para hacer rosarios y cada vez que le solicitaban oración, accedía al pedido y entregaba un Rosario, que es su signo de evangelización por doquier. Con más de 50 repartidos, lanzaba la semilla.

Entre varias experiencias, relató que uno del equipo de producción le dijo: “Me gusta el Rosario, ¿cuánto me quita por él? Ella le contestó: “‘¡No! los regalo’ Fue un momento de mucha espiritualidad, muy emotivo”. Lo tomó en sus manos con gran devoción aunque no practicaba ninguna fe. Otra chica llegó donde la religiosa y le dijo que tenía un problema muy grande, al colocarse el Rosario en el cuello comenzó a llorar. Sobre estos sucesos que le han ocurrido, Sor Juliana confesó que se trata de llevar el mensaje en todo momento, en especial cuando las luces del estudio se apagan.

“No hay que ser un gran predicador. Se predica con el ejemplo y el silencio. Me conocen como la monjita callada. Estoy aquí, la presencia es un instrumento de evangelización muy grande. Los que quieren que les hable, llegan”. Así confesó que rezó muchísimo durante toda su estadía en la competencia. Tal vez ese fue el ingrediente especial.

Los condimentos que más le agradan para dar sabor y sazón a sus platillos son el sofrito criollo, hecho con lo que se cultiva en el huerto. Aceptó que siembra guineo, culantro, cilantrillo, apio, lechuga y ajíes. La religiosa explicó que el huracán María nos enseñó una gran lección: “Tenemos que sembrar”.

Una de las enseñanzas que aprendió fue el plateo porque presentar la comida también es un arte. Sobre las críticas recibidas por los jueces durante el programa dijo: “Nunca están de acuerdo. La práctica hace al profesional”.

Finalmente, Sor Juliana explicó que uno de sus anhelos es hacer un libro de recetas que combine la cocina con la oración porque “la comida se hace y se presenta con amor, se ora en la mesa y se come con amor”.

 (Último de dos artículos)

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