Mucho me ilumina una sentencia política del presidente López Obrador.: “El poder es virtud, si es servicio; si no, es tiranía”.  Bello pensamiento que se complementa con el otro: “no recibimos un cargo (gloria o boato), sino un encargo (cuidar el bienestar del pueblo). Buena manera de formular el pensamiento de Jesús a sus apóstoles cuando se peleaban por los primeros puestos. Primero es el que sirve.  “Lo mismo que el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir.”  (Mt 20:28) Y esa será la marca de los discípulos de Jesús.

En diversas circunstancias todos poseemos algún poder sobre otros.  En la familia patriarcal será el pater-familias que, mal entendido, puede llegar a ser el dictador del hogar.  Entonces se pierde la equidad de género, que es cristiana, para utilizar a la esposa como instrumento.  Y claro, en una sociedad amazónica sería al revés.  Como aquel que definía el capitalismo como ‘la explotación del hombre por el hombre’.  Y el socialismo como ‘lo mismo, pero al revés’.  Esa visión convierte al hogar en un cuartel militar, donde el sargento estremece las paredes con sus gritos.  O como el que decía ‘En esta empresa la primera regla es ‘hacer siempre lo que diga el jefe, y en caso de duda, seguir siempre la primera regla’.

El poder en una empresa reside o en el presidente, o dueño, o gerente.  Y el peligro de estos es que se conviertan en negreros, a pesar de que los tiempos de esclavitud acabaron.  Es el gerente que abusa de los compañeros, impositivo, con ínfulas de general de cuatro estrellas, y en realidad es un empleado más a quien pueden botar. Restriega su puesto sobre los otros, que al fin de cuentas son compañeros de tareas.  Fustiga, o peor, imagina faltas que justifiquen el despido.  Lo curioso es que con esas actitudes lo que pierde es cara, y también autoridad.  Se callarán los otros por temor a perder el empleo, pero en el fondo te odian.

Jesús dice “no así entre vosotros”.  Y lo aplicamos al hogar. Debe haber respeto, orden, pero por encima acuerdos.  Un diálogo en que el objetivo es lograr el bien común de todos los miembros, cada uno según su habilidad.  Será eso la imagen de lo que es un hogar cristiano.   Al final de sus cartas San Pablo y otros abundan en los consejos para pintar un hogar según Cristo. “Que Cada uno trate de agradar al prójimo para el bien y la edificación común.” (Rom 15:2)  “Padres, no irriten a sus hijos; edúquenlos, más bien en la disciplina e instrúyanlos en el amor de Dios”(Ef 6: 6) “Los maridos sean comprensivos con sus esposas, denles el honor que les corresponde…” (I Pt 3:7) “A los ancianos… apacienten el rebaño de Dios… no como tiranos de los que les han asignado, sino como modelos de rebaño.”(I Pt 5: 1…)

En el hogar se ha de practicar y asimilar el arte de llegar a acuerdos.  Son buenos para la paz, también en los conflictos por los que atraviesa toda colectividad.  Aunque la figura de autoridad tome la decisión al final, es hermoso el poder sentarse para considerar pros y contras en decisiones importantes, y tener en cuenta cómo cada miembro del hogar llegaría a la solución.  También los niños según su capacidad.  Los tiempos de aquello de que “los niños hablan cuando las gallinas.”, ya pasaron.  De los acuerdos vienen responsabilidades.  Y los compromisos se cumplen.  ¡Es triste que tu gerente grite y maquine para mostrar su poder, cuando lo contrario le presentaría como generoso y humano, y por ello más aceptable en su autoridad!  La regla no es que me teman, sino que nos respetemos.

 

P. Jorge Ambert, S.J.

Para El Visitante

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