Participar en un retiro espiritual o taller de análisis intenso, como es el de Renovación Conyugal, sin duda que aporta para una nueva marcha en la tarea de estar casados.  Por qué, me pregunto, algunos ya al mes, o poco más, vuelven a lo mismo?  Se me ocurren algunas razones de lo mismo.  Y te lo envío a tu dirección: la  misma!    Cada uno tiene sus respuestas.  Yo te muestro varias, para que escojas dónde te ubicas.

  1. Comienzan de nuevo a vivir sin cuidar la relación, como el que salió del ñángara GT y, como tiene carro nuevo, no le cambia ni el aceite. Sucede entonces lo del Evangelio: se expulsó un demonio, este se fue a vagar, y luego decide darse una vuelta por la casa anterior.  La encuentra barrida y linda, y entonces se busca otros siete demonios.  “Y el final viene a ser peor que el principio”. El pan de ayer hoy está duro; hay que hornear el pan de hoy.
  2. Se descuida el diálogo, sacar al menos a la semana un momento de especial análisis, tipo aquello del “diálogo 10-10” que recomendamos. Por qué no revisar la semana, o el mes, para escribir una lista de lo conseguido o otra de lo que me está preocupando porque sucede con frecuencia?
  3. Dejas que de nuevo te entre el egoismo. Estás buscando satisfacer lo tuyo, lo que la otra persona te da o te tiene que dar, según tu.  Olvidas que la tarea es sumarle lo tuyo al otro.  Y es juego de ping-pong: yo sirvo y tu respondes.
  4. Vuelves a la actitud de crítica: ver solo lo que la otra persona falla. Y a restregárselo en la cara.  Olvidas que se trataba de AUTO-CRITICA, o sea, que cada uno sea el primero en reconocer sus propias fallas ante otro.  Y si el otro no las reconoce, el tu hacerlo le motivas a que lo realice.
  5. Se pierde el contacto con lo trascendente: no oras, no lees la palabra para sacar de allí las dosis de paciencia. Si vas a la Iglesia, es de nuevo algo rutinario, que no te cuestiona, que no te exige y te obliga a crecer ante ti mismo.  Solo vas y “cumples”, pero no te nutres. No es raro que regrese la anemia espiritual!
  6. Vuelves a rodearte de personas negativas, los que restan, y no suman: amigos que están en su vicio, divorciados, amargados con la tarea matrimonial o con la pesadez de su rol de esposa, o de esposo sentado en el baúl, la ‘amiguita’ que te sacó de carrera y que no ha sentido la más mínima gana de recogerse. El que se mete en un salón lleno de fumadores sale oliendo a cigarrillo.  En cambio, el que le da la mano a una señorita perfumada se lleva consigo el New West con que ella se unge.  Recuerda el “dime con quien andas”.
  7. Te olvidas de nutrir tu entendimiento con un libro, una conferencia, pensamientos que renueven tu generosidad ante el otro. Y entonces el matrimonio no es misión que se lleva con la fuerza del Pizarro que conquista el Perú, sino la piedra que le ordenan romper al preso en trabajos forzados.
  8. En fin, puede que lo que suceda sea que en verdad no profundizaste el perdón que diste, o que fue un engaño el propósito de romper con lo malo, que entonces juraste. Como el que promete que dejará a la chilla que tenía, y al poco tiempo aparece que no era una, sino dos las que frecuentaba!  Ha habido engaño, insinceridad, y dice el Evangelio “no hay nada oculto que no sea revelado”.  O, por último, la barrera más profunda es que el cimiento de ese matrimonio se puso mal, y sigue pegado con saliva.  Al volver de nuevo la realidad dura, que exige compromiso, como no lo tienes, revienta la pus en la herida mal cerrada.

 

Ahí tienes.  Aplícate el caso que te sea más apto. Y si el tuyo no entra en lo escrito, envíamelo para aumentar mi repertorio.

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