Así expresó con sosegado asombro el P. Christian J. Santiago Torres, Sch.P., en entrevista con El Visitante cuando se encontraba todavía en Nueva York antes de regresar a Puerto Rico a su nueva misión en la Parroquia San Joaquín y Santa Ana de Adjuntas.

Tiene 28 años de edad y es natural del municipio de Caguas. Único hijo de Víctor Santiago y Juana Torres.

Cuando tenía 18 años ingresó en la Orden de las Escuelas Pías para responder a la llamada especial de educar a los niños y jóvenes en la piedad y las letras.

“Cuando yo era pequeño quería ser muchas cosas: quería ser músico, sacerdote, maestro, cocinero… Y, en la vida escolapia, he encontrado que hay espacio para todo eso. La vida comunitaria te ayuda a poner otros talentos, también, al servicio de los hermanos”, dijo el joven sacerdote.

Fue ordenado presbítero el pasado 25 de marzo en la Parroquia Santa Elena en el Bronx, donde vivió durante varios años y sirvió los primeros meses de su ministerio sacerdotal.

Recién llegado a NY en 2018, P. Christian conoció un sacerdote que acompañaba una comunidad de Burkina Faso y comenzó a ayudarle, sirviéndoles con dedicación y entrega. 

“Mi apostolado fue acompañarles espiritualmente. Muchos niños ya fueron bautizados, hay catequesis, y muchas parejas se están preparando para recibir el Sacramento del matrimonio. Otros adultos recibirán próximamente la confirmación”, compartió el sacerdote.

Más allá de perfeccionar el francés que había aprendido años anteriores, la experiencia con los africanos “me abrió completamente a la cultura africana y a la espiritualidad que es muy profunda”, aseguró.

Colaboró, además, pastoralmente con otro grupo de africanos que asiste a la Parroquia San José en Harlem. En ambas parroquias se reúnen unas 40 personas venidas, especialmente, de Camerún, Costa de Marfil, Togo, Benin y Burkina Faso. En su mayoría, se trata de una feligresía joven entre los 30 y 50 años. 

P. Christian describió la comunidad africana como: “acogedores, hospitalarios, profundamente espirituales y, aunque tenemos diferentes historias y maneras de pensar, existe una mutua apertura. Son muy trabajadores, quieren superarse y son muy resilientes”.

En ese sentido, también expresó su admiración por ellos, contando que “muchos son doctores, profesores, pero los títulos no son convalidados en EEUU y, a veces, tienes un taxista que en su país era catedrático en la universidad. Pero eso no les quita el entusiasmo y ahí los ves siendo, por ejemplo, taxista y al mismo tiempo estudiando para graduarse en EEUU de lo que era en su país, sufragando los gastos de su familia y enviando dinero para ayudar a sus familiares en su país de origen”.  

Por otra parte, sobre las celebraciones litúrgicas, explicó que las únicas variaciones en la Misa se dan en “la oración de los fieles que se hace en las lenguas de cada país y, luego, en el ofertorio, generalmente, traen algunas ofrendas de frutas o aceite que son para los sacerdotes o para los pobres. Y algunos cantos se hacen en lenguas nativas”.

Añadió que las solemnidades de la Asunción de la Virgen y el Corpus Christi son especialmente importantes para ellos y suelen unirse las dos comunidades (Santa Elena y San José) para participar de “las procesiones que se distinguen, sobre todo, por los tambores, las danzas y las telas de colores que van colocando en el camino”.

P. Christian expresó que, acompañar a estas comunidades, ha sido un recordatorio de que “el ministerio no es para nosotros. El Señor nos lo da, pero es para los demás. Me hace pensar en el ministerio como donación, pero una donación que es para todos”. Asimismo, habló de la invitación a la humildad a la que le acerca esta experiencia porque “yo sigo aprendiendo de ellos. Me han dado muchas enseñanzas. Yo pienso que, aunque ellos se sienten muy agradecidos de mí, yo he recibido mucho más de lo que les he podido dar a ellos”, concluyó.

Vanessa Rolón Nieves

Para El Visitante

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