Termina el Ciclo litúrgico y el Año Santo de la Misericordia con la Fiesta de Cristo Rey. La celebración fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de marzo de 1925. Tiene su lógica. Es como recapitular al final del tiempo litúrgico todo el trabajo y el esfuerzo por construir el Reino de Dios y ofrecer al Padre todo el compromiso de siembra y cosecha, de los mejores valores que ese reino encarna y conlleva. Como sucede con otras celebraciones de la Iglesia esta fiesta corre el riesgo de ser mal interpretada. En realidad en este tema, la confusión viene de lejos.
Pilato manda traer a Jesús a su presencia. Quiere interrogarlo porque ha oído decir cosas sobre Él que quiere aclarar. Le han dicho que se quiere proclamar Rey. Su presencia en Palestina era precisamente la representación del Emperador de Roma. Quiere escuchar su opinión directa, sin intermediarios…Y le pregunta: ¿Tú, eres Rey?… Y enseguida escucha la respuesta: “Sí, tú lo dices. Yo soy Rey”.
Parece que Jesús vio el rostro y la expresión de Pilato. Y enseguida quiso aclarar su respuesta: “No te preocupes, Pilato, mi reino no es como el tuyo. Mi reino no es de este mundo. Tranquilo, Pilato. Tú puedes seguir con tu reino y tus ejércitos, con tus coronas y tus poderes, con tus adornos y tus vestimentas, con tus defensores y tus seguidores… Porque mi reino no tiene que ver con eso. Mi reino no es para mandar, sino para servir”. Pilato entendió y dictó la sentencia, que sea Crucificado y coronado con espinas y burla. Y la sentencia fue escrita en la Cruz: “Jesús Nazareno, Rey de los judíos”. Y la protesta para corregir lo escrito con el “basta ya” de Pilato. Desde entonces la Iglesia ha predicado ese reino y vivir para ese reino.
Con el mismo peligro de desorientarse y confundirse como Pilato con las tentaciones que todo reino ofrece y que una y mil veces han hecho caer a la Iglesia llevándola a coronas, ornamentos y poderes que son ajenos a ese reino. Por eso hay que estar atentos, Cristo Rey es otra cosa, su reino es otra cosa… Su reino está en mi corazón cuando, con dolor y con sangre, se da la propia vida afirmando y construyendo día a día la justicia, la paz, la libertad. Su reino brilla cuando contemplo agradecido la belleza que ha creado, su reino está presente cuando se vive la dulzura de su mensaje y también las exigencias de su palabra.
Cuando huyendo de la grandeza y el poder se abraza la vida con humildad y obediencia Cuando llevo hasta el Calvario el peso difícil de la propia cruz, transformándola en vida, sin más bandera que el Evangelio en la mano; sin más fortaleza que el alma dispuesta a todo, sin miedo a otros poderes; sin más armas que el amor; y sin más premio que la alegría del deber cumplido.
Hoy, lleno el corazón de su lealtad y de su fidelidad que no tienen fronteras, celebramos y decimos que Tú eres nuestro Rey, siempre Rey, único Rey. Y comprometidos contigo confiamos en Ti y renovamos la súplica que tú mismo nos enseñaste: ¡Venga a nosotros tu reino!
(P. Nicolás Colacho)