Cada año, el calendario litúrgico marca el inicio del tiempo santo de Cuaresma con la celebración del Miércoles de ceniza.
Se trata de “una celebración litúrgica que nos adentra en un período penitencial de seis semanas en la Iglesia en preparación para la Pascua. Su belleza se expresa en que nos devuelve a los fundamentos de nuestra vida cristiana a través de las palabras que escuchamos en el rito de la imposición de la ceniza que son Conviértete y cree en el Evangelio (Mc. 1,15), y Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás (Gn. 3,19)”, explicó el Rvdo. P. Kenneth Daniel Moore Irizarry, párroco de Nuestra Señora de los Siete Dolores de Corozal, en entrevista con El Visitante.
Durante la celebración, muy rica en signos y palabras que expresan el camino que se dispone a recorrer la Iglesia, “se bendice y se impone en la frente de los fieles la ceniza hecha de las palmas bendecidas en el Domingo de Ramos del año anterior. Propio de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Al día le acompaña la obligación del ayuno, según la legislación canónica como medida penitencial en orden a la pureza de corazón”, dijo el presbítero.
Aunque el Miércoles de Ceniza no es día de precepto y, por lo tanto, la imposición de ceniza no es obligatoria, para los cristianos la participación en la celebración de este día debe ser de suma importancia ya que constituye la entrada a un tiempo con una fuerte llamada a la conversión.
Según indicó P. Kenneth, el hecho de que la Cuaresma inicie el día miércoles, tiene relación con que los miércoles, en la Liturgia de las Horas, se rezan salmos penitenciales y que, sobre todo en el Oriente cristiano, los miércoles son considerados días de penitencia. De esta forma, “la fe orada es expresión de la fe vivida” y viceversa.
De otro lado, lo que hoy conocemos como Miércoles de Ceniza, así como las prácticas de la Cuaresma, ha tenido una transformación a lo largo de los siglos.
P. Kenneth destacó que, en la Iglesia primitiva, variaba la duración de la Cuaresma, pero, eventualmente, se estableció la observancia de seis semanas antes de la Pascua. En la práctica, se trataba de treinta y seis días de ayuno, ya que dejaba de lado los domingos. Con el fin de completar los cuarenta días, en el siglo VII se añadieron cuatro días antes del primer domingo de Cuaresma, para coincidir con los cuarenta días de ayuno que observó el Señor mientras estuvo en el desierto.
Asimismo, añadió que el primer día de cuaresma era singular en Roma: “los penitentes se vestían de sayal, cubrían sus cabezas con ceniza, y debían mantener la distancia en las celebraciones hasta reconciliarse con la Iglesia el jueves de la Cena del Señor. Estas prácticas se fueron moderando hasta conocer una gradual transformación entre los siglos VIII y X. Entonces lo que prevaleció en el ámbito litúrgico fue la imposición de la ceniza en la frente de los penitentes, entiéndase, a toda la asamblea”.
Finalmente, cabe recordar que el Miércoles de Ceniza es día de ayuno y abstinencia, y que es una celebración que amerita una preparación interior para acudir a ella con una conciencia clara y profunda de lo que significa.
Vanessa Rolón Nieves
Para El Visitante