Hablaba de causas del fracaso matrimonial que ya están presentes antes del mismo compromiso.  Mencioné que no había actitud de entrega radical a esta tarea. Ahora mencionaría como causa el que las motivaciones fuertes y profundas para dar el paso son de arena.  Como la parábola del que edificó sobre arena.  En RENOVACION CONYUGAL le digo a las parejas “pregúntate, ¿por qué yo me casé?  ¿Qué me motivaba a dar este paso?”

Hay muchas razones ciertamente anémicas.  Si te casaste solamente por el bonito cutis de porcelana de tu novia, caerá ese matrimonio cuando aparezca un cutis mejor, o cuando asomen las arrugas a pesar del botox, o el maquillaje.  ¿Te casaste meramente por la urgencia sexual, por el deseo carnal, para “no abrasarte”, como dice San Pablo? Algunos piensan que el matrimonio meramente convierte en legal lo que me encantaría hacer, pero es ilegal.  Buscan una especie de licencia de agente 007 para matar.  Pues si ese es el fundamento de tu matrimonio, a los pocos meses sentirás un gran vacío, por más que seas experto sexólogo y conozcas todas las técnicas del kama Sutra.

Algunos –posiblemente antes más mujeres- buscan el matrimonio como un escape a las presiones familiares.  Vienen de un hogar de mucho maltrato – el sindroma madrastra- o estrenan sus ansias de libertad juvenil con mucho ímpetu y resienten las ataduras del hogar.  Creen solucionar estrenando una libertad antes de tiempo y sin caer en la cuenta de que la libertad supone también responsabilidades. Cayeron en el engaño, pues sentirán que pasaron de Guatemala a Guatepeor. Si no había algo más profundo que motivase la relación matrimonial, esta se desvanecerá espontáneamente.

A otros les mueve a casarse la presión de sus indigencias emocionales.  Son minusválidos del espíritu, que necesitan un apoyo emocional, un rodrigón como los árboles débiles.  Solos por su cuenta no podrían lograr mucho y entonces buscan un seno materno que de nuevo les proteja, les saque de líos.  Tampoco resultará a larga tal motivación.  O hay un cambio de vías en el camino –encuentran el centro verdadero de su relación – o sencillamente no progresan.  Eran plantas de invernadero; no se puede estar toda la vida en el semillero.

Lo decimos y todo el mundo afirma (no sé hasta qué punto se evalúa) que son importantes las actitudes con que se va al matrimonio.  Quien siembra vientos recoge tempestades.  Algunos se admiran de que el edificio se les caiga de sopetón en el quinto piso.  No ven que construían un edificio sin zapata.  Era cuestión de tiempo, porque la lógica de la fuerza de gravedad se impone.  El que quiera edificar hacia arriba antes tiene que cavar hacia abajo.  Así son las motivaciones en el matrimonio. Cuando el fundamento fue de roca, dice el Evangelio, vendrán las inundaciones, los vientos feroces, y el edificio sigue en pie.

¿Por qué te casaste?  ¿Qué triste sería si de alguna forma te aplican las palabras con que Zeno Gandía describe el matrimonio de dos personajes de La Charca: “Gaspar fue al matrimonio como hubiera entrado a una taberna”?  Para él darle una palabra de amor perenne a una mujer era lo mismo que pedir en el ventorrillo la caneca de Palo Viejo.  No extraña el cúmulo de infelicidad y desgracia que llena la novela. Examina, pues, tus motivaciones para casarte. Porque si hubo fuego, cenizas quedan.

 

 

P. Jorge Ambert, S.J.

Para El Visitante

LEAVE A REPLY

Please enter your comment!
Please enter your name here