“¡Dijo que sí!”, estas probablemente son palabras que enmarcan uno de los momentos más significativos cuando dos seres que se aman desean dar el paso para iniciar una nueva etapa en sus vidas. Sin embargo, este no necesariamente es el pensar de algunos que simplemente prefieren una relación libre de ataduras. ¿Entonces por qué optar por el matrimonio?

Padre Phillip “Felipe” Nuñez, vicario de la Pastoral familiar de la Arquidiócesis, explicó la diferencia e importancia del matrimonio sacramental de la unión libre. No sin antes aclarar que cada individuo y pareja vive una realidad distinta y que “han habido parejas que nunca se han casado por la Iglesia, pero llevaron un amor incondicional”.

De acuerdo con el Vicario, los que se casan hacen un contrato escrito, ya que el matrimonio sacramentado es una alianza que se hace en las buenas y en las malas. Igualmente, son dos personas que se aman y que entregan su vida uno por el otro con la visión de hacer feliz a la pareja.

“Creemos que es un dador de vida porque dan la vida uno por el otro. Tiende a ser más profundo. Las dificultades que surgen en el matrimonio se suelen llevar mejor porque se piensa más en el otro. En ‘¿cómo puedo ayudar?’. Se puede sobrevivir más en dificultades, porque ya el pensamiento no es ‘mi felicidad’ sino lo que venga de la relación”, comentó.

En cambio, destacó que los que optan por la unión libre hacen un contrato verbal. Generalmente, este tipo de relación tiende a buscar la felicidad del individuo y si hay algo que no agrada a una de las partes o si se incumple con el acuerdo puede darse una separación. P. Felipe sostuvo que: “Cuando la gente dice que es mejor así, no están optando por ese amor incondicional. Hay unas condiciones que tienen que surgir para que esa relación permanezca. En el sacramental, no debería haber condición. Son decisiones libres y voluntarias. Es una alianza en que el proposito es hacer al otro feliz”.

Por eso enfatizó que “el amor no es un sentimiento es una decisión”. “Si realmente el amor es una decisión, yo decido amar y entrego mi vida. No es un sentimiento que va y viene”, describió. Agregó que la felicidad más grande que se tiene es la experiencia de sentirse amado incondicionalmente. Por lo que optar por el matrimonio, como lo cree la Iglesia, es experimentar ese amor incondicional.

A aquellos que contemplan el matrimonio sacramental, el sacerdote les compartió que la felicidad se alcanza cuando la persona se entrega en la búsqueda del bienestar de su pareja. Insistió en verificar si existe el sentido de entrega de ambas partes o si solo pasan tiempo juntos porque se sienten bien y pasan por alto el concepto de darse por el otro.

“A los novios les diría que sepan que se están entregando el uno al otro y que no vivan una vida mediocre. Si es así, creo que no se deberían casar”, apuntó.

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