“Prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y así, amarte y respetarte todos los días de mi vida”.

Este compromiso, para que sea más que una hermosa frase distintiva de la alianza matrimonial, debe renovarse continuamente para que se haga vida y rinda frutos en el hombre y la mujer que han decidido unirse delante de Dios.

Con este motivo, la Pastoral Familiar de la parroquia San Pablo Apóstol de Morovis, convocó a los matrimonios que tuvieran 49 años de casados o menos, a una Celebración Eucarística el pasado 1 de septiembre, que incluyó la renovación de votos matrimoniales, dentro del contexto del Año de la Familia de la Diócesis de Arecibo.

Antes de la procesión de entrada, las parejas desfilaron con la marcha nupcial, al tiempo que se decían sus nombres y sus años de matrimonio.

Durante la homilía, P. Lisímaco Hincapié, pastor de esta comunidad parroquial, enfatizó la importancia de renovar los votos matrimoniales; un ejercicio conveniente para revisar la relación que, a través de los años va sufriendo distintas transformaciones, y con el que deben fortalecer lo que está bien y, a lo que está mal, darle una dirección distinta.

“Renovamos el Sacramento del Matrimonio para mantener el propósito de la fidelidad y de la santidad”, dijo el presbítero, y añadió que el matrimonio “no es solamente una unión, es una mezcla de dos vidas y de dos historias, con las que Dios realiza un nuevo proyecto; de ahí la importancia de poner como pilar de la relación a Jesucristo”, quien les ayuda para que ambos miren y caminen hacia una misma dirección.

Por otra parte, destacó, de modo especial, tres enemigos del matrimonio: el adulterio, la falta de comunicación y no tener apertura a la vida.  Para lo que les propuso, respectivamente: estrenar amor cada día, dialogar de cosas fundamentales más que de proyectos materiales, sin olvidarse de que el diálogo matrimonial incluye hablar con Dios, y recordar que Dios es el Dios de la vida que les ha regalado la vocación matrimonial para que prolonguen esa misma vida.

Por ello, les invitó a volver su mirada a la Sagrada Familia de Nazareth y pedir su intercesión para “que les ayude a ser conscientes de las astucias del enemigo para destruir la institución familiar, la iglesia doméstica que es la familia; que les ayude a rechazar sus tentaciones, y a cuidar y a cultivar todo lo que es puro, lo que es bello, lo que es noble, lo que es digno de alabanza”.

Concluida la homilía, las 120 parejas renovaron su alianza matrimonial, rezaron una oración de acción de gracias a Dios por el regalo del cónyuge, y porque les ha asistido y confortado en su vida matrimonial. Luego, el sacerdote bendijo los anillos y pronunció una bendición sobre los esposos, momento en el que todos se pusieron de rodillas.

Al terminar la misa, tuvieron un pequeño momento de confraternización que incluyó, como en todas las bodas, un brindis. Así, pues, estos matrimonios y familias celebraron, ante todo, la acción maravillosa de Dios en medio de sus hogares y dieron testimonio de su perseverancia y su fidelidad para que “lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”.

(Vanessa Rolón Nieves)

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