Rostros marcados por el trabajo duro, por la sabiduría adquirida tras experiencias de dolor y sacrificio, pero vividas con serenidad, con alegría y con fe, embellecieron la parroquia San Pablo Apóstol de Morovis, en la misa del pasado domingo, 17 de septiembre, cuando la comunidad celebró el día de los abuelos y la renovación de votos matrimoniales de parejas que conmemoraran 50 años de casados o más.
Ambos motivos cobran un sentido especial en este Año de la Familia que celebra la Diócesis de Arecibo, y son parte de las iniciativas de la Pastoral Familiar Parroquial para ayudar a profundizar en la importancia de cada miembro de la familia, así como realzar la dignidad del matrimonio como sacramento.
“Estos hermanos nuestros nos honran con su presencia. Ante ellos deberíamos casi inclinarnos descalzos, acercarnos con temor y temblor, como quien se acerca ante un gran misterio: el misterio del amor y de la fidelidad. Porque así, como Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella, marido y mujer se entregan el uno al otro y se aman”, dijo P. Lisímaco Hincapié durante la homilía.
Por eso, los presentó como un gran ejemplo y una importante lección para las parejas jóvenes que, frente a cualquier dificultad, tienen la tentación de sucumbir y optar por la ruptura, sin dar lugar al perdón y a la reconciliación.
Asimismo, hizo un llamado a los hijos y a los nietos porque “hay mucho que aprender de los mayores; ellos tienen tanto para darnos, tantas enseñanzas” y, sin embargo, en muchas familias “hay abuelos arrinconados y abandonados en los años en los que requieren más de nuestra atención, de nuestro amor y de nuestra ayuda”, insistió el presbítero.
Luego de la homilía, 19 parejas renovaron su alianza matrimonial, pronunciando una vez más el “Sí, quiero” que han sostenido durante largos años y que ha ido madurando en el amor, en la capacidad de perdonar y en la confianza que han puesto en Dios, como fundamento y meta de su unión.
Antes de concluir la Eucaristía, el sacerdote impartió una bendición especial sobre todos los abuelos y abuelas presentes en la celebración, y suplicó la intercesión de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María y abuelos de Jesús.
Cabe resaltar, de otro lado, el testimonio admirable de doña María Narváez y don Amador Meléndez, una pareja de 72 años de casados, ambos con un contagioso sentido del humor. Sonriendo con picardía, don Amador expresó que, para que un matrimonio sea feliz, “lo primero es que los dos se porten bien, respetarse, y cuando algo pase, no vivir enojados toda la vida porque hay que darse cariño y mantener a la mujer contenta”.
Como ellos, todavía hay matrimonios que conservan el amor y la alegría que cultivaron desde el inicio de su relación, y que son el signo evidente de que es posible la felicidad y la fidelidad del hombre y la mujer que viven su vocación matrimonial con un compromiso auténtico y renovado en Dios, quien les ha llamado a formar una familia.
(Vanessa Rolón Nieves)