Eran amigas y seguidoras de Jesús. Juntamente con su hermano Lázaro, recibieron a Jesús en su casa en más de una ocasión. Sin embargo, en una de esas visitas, eligieron hacer cosas muy diferentes, y la manera en que Jesús reaccionó a tales acciones es una lección muy valiosa para nosotros. Marta estaba apurada, sirviendo y haciendo todo lo posible para que su querido invitado estuviera cómodo. ¿Y dónde estaba María cuando Marta necesitaba de su ayuda? Ella eligió sentarse a los pies de Jesús, escuchándolo mientras hablaba.
Es muy fácil imaginarse como Marta pudo haberse sentido. Irritada, frustrada, resentida. ¿Por qué tendría ella que hacer todo el trabajo? ¿No era justo que María le ayudase? De hecho, Marta se sintió tan justificada en su indignación que fue a hablar con Jesús al respecto y le dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Pero en lugar de apoyar su queja, ¡Jesús la reprendió!: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no será quitada.
Marta debió haber sentido como si le hubiesen echado un balde de agua fría. Allí estaba ella, haciendo todo lo posible para ser hospitalaria y que todo saliera bien pero María solo estaba ahí sentada, ¿y lo que ella hacia era lo correcto?
Puede ser tan fácil para nosotros enfocarnos en todas las cosas que necesitamos hacer y se deben lograr que perdemos de vista lo más importante. ¿No es posible que podamos enfocarnos demasiado en las preocupaciones de la vida?
La mayor prioridad en nuestras vidas debe ser escoger la parte buena, como lo hizo María: aprender de Jesús para que podamos llegar a ser como Él. Es un amor y una devoción hacia Él lo que hace que todo lo demás sea de poca importancia. Es buscar las riquezas de sabiduría y entendimiento que están en Él. Si no hacemos esto, ¿cómo podemos seguirlo y ser sus discípulos? Un discípulo aprende del Maestro.
Esta no es una excusa para ser flojo y no asumir la responsabilidad de nada. Esta es otra trampa. ¡Debemos ser hacedores de la Palabra, y no solamente oidores! Pero lo que hacemos tiene que ser guiado por el Espíritu, cuya voz aprendemos a escuchar eligiendo lo bueno. No hay bendición en administrar nuestras propias vidas en base a nuestra comprensión humana de lo que creemos que es importante. María entendió que necesitaba aprender más de su Maestro y buscar las cosas que tienen valor eterno.